En 2020 la Contraloría General de la República tenía los ojos puestos sobre Villavicencio, al ser la tercera ciudad con más “elefantes blancos” en Colombia, con 19 obras abandonadas por la desidia estatal. Sin embargo, la Galería del 7 de Agosto salió de esa lista y se convirtió en la segunda estructura recuperada por el alcalde Felipe Harman.
El 4 de diciembre del 2020 se inauguró con el propósito de convertirla en referente turístico con el mercado campesino, las artesanías y gastronomía de la región. Para la administración municipal fue un éxito asegurar la participación de los productores y comerciantes de la región, quienes pasaron de vender en sus carrozas en las calles a tener un puesto dentro del lugar.
Inicialmente fueron 44 los puestos que le dieron reconocimiento a lo rural dentro de lo urbano. Entre ellos estuvo Graciela Rojas, quien empezó de cero con mucho esfuerzo, sin regalar su conciencia ni principios por ningún favor político. Se convirtió en la creadora de la Asociación de Productores Agropecuarios de la vereda Palmarito (ASOPROAVP) con 24 asociados, dedicados principalmente al cultivo de papaya, maracuyá, limón y naranja.
Sin falta alguna, el arte muralista y la música llanera tuvieron espacio dentro de la Galería. Sin embargo, la armonía no sigue siendo la misma desde que empezaron a unificarse los puestos en el sector privado; de hecho, han pasado tres años y hoy solo quedan dos puestos de artesanías, cuatro de mercado campesino y una cafetería artesanal.
Las puertas de este referente turístico se abrieron bajo el paradigma de acabar las intermediaciones para los productores agropecuarios, incluyendo la participación de los comerciantes que han estado durante mucho tiempo en el sector. Pretender recuperar este espacio público fue un acierto institucional; sin embargo, una cosa fue el proyecto y otra la implementación de la política pública: finalmente, de 284 productores solo 163 fueron beneficiantes.
Hoy el olvido, la incertidumbre y la resistencia llenan los reducidos espacios sin dar lugar a una plaza más abierta, con escasez de alimentos por falta de producción regional, a lo cual se suma la ausencia de la clientela que sobrevivió a la pandemia del COVID.
Son las mujeres quienes han asumido el reto de mantener la reactivación económica y turística, con la cabeza en alto, la mirada firme y la sonrisa amable. Rostros donde se refleja la germinación de proyectos institucionales, cuyos procesos son inicialmente prometedores, pero después solo se deben agradecer.
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