A pesar de su prolongada existencia, las autoridades aún no lo consideran formal. El Rubí se encuentra en el limbo legal por la falta de servicios básicos como alcantarillado y agua potable. Mientras algunos residentes recurren a métodos irregulares para obtener agua.
Hace 14 años, más de 2.000 personas, en su mayoría desplazadas por el conflicto armado, encontraron refugio al sur de Villavicencio – Meta. Con recursos limitados, adquirieron pequeños lotes y construyeron sus hogares. Desde entonces, han luchado constantemente por reconocimiento oficial y servicios básicos.
Foto tomada de Alcandía Villavicencio
De acuerdo con el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio, Javier Peña "las casas que carecen de servicio de agua lo obtienen de manera fraudulenta, pues la red principal no da abasto". Además, la falta de alcantarillado ha exigido construir pozos sépticos; pero el alto nivel freático provoca desbordamientos frecuentes, contaminando las calles y afectando la salud de los habitantes.
Demanda creciente
Diseñada para un número limitado de viviendas, la planta de acueducto de Caño Grande solo se actualizó para satisfacer la creciente demanda hasta 2020, durante la alcaldía de Juan Felipe Harman.
También se estableció un fogón comunitario donde asistieron los habitantes de calle ubicados a las orillas del río. Debido a que las aguas residuales les afectaban gestionaron el servicio de dos camiones (Vactor) para limpiar pozos sépticos y mitigar las aguas residuales.
En 2023, la alcantarilla sanitaria principal se dañó, causando una contaminación más amplia en el caño 7 vueltas. Pero su reparación solo es posible con materiales importados.
Entre tanto, una funcionaria de la institución afirma que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Villavicencio enfrenta obstáculos para implementar el servicio en El Rubí debido a su falta de reconocimiento legal y su ubicación en una zona de alto riesgo.
Al recoger agua de lluvia para satisfacer su necesidad, algunas familias contribuyen al aumento de enfermedades como dengue y malaria. Y, mientras busca la ayuda de Cormacarena para autorizar el uso de químicos que reduzcan los olores, la comunidad se ha unido en la construcción de alcantarillados comunitarios que desembocan en los ríos circundantes, como el Ocoa y Caño Grande.
En síntesis, a pesar de su impacto sobre la población, la gestión de aguas potables y servidas en el barrio El Rubí de Villavicencio continúa en el limbo jurídico y operativo.
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