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J. Sebastian Castro

Los retos de la inflación en los bolsillos colombianos

Los bolsillos de los colombianos se han enfrentado a las adversidades de la pandemia, la reactivación económica y los paros nacionales. Ahora pagan las consecuencias de una inflación económica.




Desde la Central de Abastos de cada ciudad o en las tiendas de cada esquina se puede sentir el incremento de los insumos básicos de la canasta familiar, principalmente en los alimentos; a muchas personas les cuesta en gran medida llenar sus neveras.


El aumento del 8,53 % en el Índice del Precio al Consumidor (IPC), proporcionado por el Dane, evidencia que la inflación puede perdurar a lo largo del año, mermando de manera lenta, pero apaciguando el alza en la canasta familiar. Pero el problema es ahora, muchas familias tienen que priorizar sus insumos de alimentación o tan solo comprar la mitad del mercado que compraban antes.


Según el ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, desde mayo debería ser palpable el descenso de la inflación, pero este es un problema que ha venido acarreando muchos factores. La tasa de desempleo, el aumento del dólar para un país importador y el conflicto entre Ucrania y Rusia dificultan el crecimiento económico de los colombianos que intentan sobrevivir en este platanal.


Para muchas familias es utópico pensar en un crecimiento económico, en su capacidad de ahorrar, o compensar gastos ociosos cuando todos los días se está preocupado de ganar lo suficiente hoy para comer mañana. Vivimos en un país con un índice de 40% de pobreza extrema, según Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo. Comemos o pagamos transportes diarios, pero ambas no.


El Banco de la República busca eliminar aranceles, aumentar al 5% la tasa de interés con el objetivo de contener el consumo. Esto se resume en un jódase o resista. Los colombianos somos expertos en ese tema, aunque la inflación ya ha entrado a nuestra casa y se ha acomodado en nuestra sala, nos hemos venido preparando toda la vida sobreviviendo al mínimo, resistiendo.


Esperamos un futuro prometedor donde el político de turno no nos quite nuestro dinero para hacer peajes, donde podamos tener una economía más allá de sobrevivir al diario con uñas y dientes. Las contramedidas tomarán tiempo, el Banco de la República tiene como meta que la inflación disminuya al 3% para mediados del otro año, que el país respire, tome aliento.


Mientras tanto, yo como ustedes saldré a la calle, a ganar unos pesitos, a rendir el arroz con huevo y a buscar la carne más barata en la Central de Abastos, en esta lucha de los insumos básicos de la canasta familiar.

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