Escrito por: Alejandra Rodríguez Díaz
En la actualidad Laura, (Nombre que usamos para proteger la identidad de nuestra protagonista) es manicurista de profesión, tiene un esposo que trabaja en el sector petrolero, y una hija de cuatro años. Esta historia recrea la vida de una mujer ex guerrillera.
En el 2002 Laura cursaba noveno grado de bachillerato, era una niña bastante rebelde, y en consecuencia, luchaba por lo que creía incorrecto. Faltando cuatro meses para cumplir los anhelados 15 años de todas las niñas, en una discusión familiar se enteró de que era adoptada, y que no se conocía de sus padres biológicos.
Escaparse de su casa se convirtió en su prioridad y lo consiguió con la ayuda del novio que la llevó a otra ciudad ilusionada de una vida mejor, con lujos y dinero de sobra. La prostitución fue el puente sin fin de esa vida lujosa que nunca llegó, y que la llevó a tener cercanía con milicianos que terminaron por formarla en las filas de las FARC.
-Despertarse y sentirse desorientada es la sensación más horrible que uno puede sentir en la vida-
Un viernes de octubre, alias “ranchado”, la drogó y la llevó inconsciente a las selvas del departamento del Huila, la entregó a cambio de una deuda como si fuera parte de un trueque o el intercambio de una mercancía. -Despertarse y sentirse desorientada es la sensación más horrible que uno puede sentir en la vida-.
En medio de la rabia, la impotencia y el miedo, duró doce años en las filas de las FARC, la hicieron abortar dos veces y competir por ser la favorita de los comandantes de turno con el fin de obtener algunos “beneficios” que solo pueden tener unas pocas en medio de la guerra que consume el país.
Laura, se llamó alias “Martha”. Su paso por esta dolorosa experiencia se dio entre cocinar, caminar largas distancias, plantar minas antipersonas y satisfacer sexualmente sus comandantes con el fin de mantener un perfil de “preferida”. –Si uno se acuesta con el duro, pues le va mejor-.
Su cabello llegaba un poco más debajo de la cadera, estaba delgada y pálida, quería mantenerse esbelta para agradar más a los comandantes y de esa forma no pasar trabajos. El baño era comunitario, se desnudaban unos frente a otros sin ningún tipo de privacidad, se organizaban para repartirse las tareas de la cocina o los trabajos propios de la guerra, nunca estuvo en un enfrentamiento, afortunadamente, como dice ella.
El 5 de abril del 2013 a las cuatro de la mañana se levantó con el fin de preparar los alimentos para sus camaradas, como le correspondía en esa semana. Finalizado el desayuno tomo los trastes para llevarlos cerca del rio, lavarlos y dejar todo en orden nuevamente, la orden era ir en compañía de alias “el mosquito” un compañero que siempre tenían de guardia.
Sin embargo, ese día fue sola, (beneficios de ser la en turnada del comandante) como ella lo expresa. Para llegar cerca del rio tuvo que caminar alrededor de 15 minutos con ollas y fusil al hombro, ella cantaba todas las mañanas la última canción que recordaba de la adolescencia, Matador de Los Fabulosos Cadillacs.
Cuando faltaba poco para llegar a la orilla del rio, decidió, soltar el fusil y acercarse con las ollas un poco más a la orilla. Al ver el agua, se agacho y recogió un poco con sus manos para lavarse la cara, hizo la misma acción dos veces y al levantar de nuevo la cara, fijó la mirada en un perro Labrador retriever blanco. –Me mataron, fue mi pensamiento en ese momento y me boté al suelo-.
–Quédese quieta perra o la mato-me dijo-.
Tendida en la orilla del rio, del árbol de la derecha salió un hombre camuflado que siempre estuvo ahí observándola y al sentirla descubierta le apuntó con el fusil, se identificó como miembro del Ejército Nacional de Colombia y le resaltó que si se movía no iba a dudar en matarla. –Quédese quieta perra o la mato-me dijo-.
En segundos llegaron tres soldados más, la levantaron y la llevaron con ellos hasta el Batallón Novena Brigada en la ciudad de Neiva. En silencio se fue con ellos, no dijo ni una sola palabra hasta que se conoció con el sargento primero de apellido Cardona.
La reinserción a la vida
Como golpe de suerte y afinidad con el sargento, Laura fue ingresada al proceso de desmovilización que adoptaba por esa época el Gobierno Nacional, la institución se encargó de ubicar a su familia, comentarles la situación y el proceso que empezaban todos al darse tal acontecimiento.
Su mamá viajó desde Villavicencio en un vuelo privado en aviones de las Fuerzas Armadas, y en el encuentro solo hubo espacio para lágrimas y algunas pocas palabras de agradecimiento, logró recuperar la hija que no nació de sus entrañas pero que anheló y cuidó desde bebé.
Ocho días después de su captura que la llevó a la reinserción social, empezó a recorrer todos los pasos de su estadía en la guerrilla, debía contar todos los detalles de sus funciones y poner en la mesa algo que les permitiera a las autoridades alcanzar un objetivo militar. Su testimonio fue el mapa para que tropas del Ejército Nacional se dirigieran a las selvas del Huila a desactivar un campo minado en el que uno de sus compañeros salió lesionado.
En agosto del año 2014 Laura volvió a Villavicencio, regreso a su casa y al colegio, terminó el bachillerato, estudio un técnico administrativo en el Sena y realizó las practicas profesionales en la Clínica Meta, tres meses después se conoció con Antonio, quien es hoy su esposo, se casó y tuvo una hija que hoy cumple cuatro años.
Sin saberlo, su vida cambió en un abrir y cerrar de ojos, hoy dice que esta agradecida con Dios por salvar su vida, pero también por permitirle vivir tal experiencia, esa que la llevó a ser mejor persona y cree que si no hubiera pasado por ese proceso tal vez sería aún la prostituta de un pueblo.
En el año 2013 hubo 1.017 desmovilizados que hicieron posible su proceso de reinserción social. Laura, es hoy una mujer productiva para el país, llena de esperanza y motivación para hacer de sus próximas generaciones mejores seres humanos, cree profundamente en el proceso de paz y alienta a su familia a creer también.
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