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Foto del escritorLa Pluma

Lo inesperado

Por: Melisa Andrea Trigos Benitez


Yalitza Arévalo, una ocañera emprendedora de 39 años con gran sentido de pertenencia y muy querida por toda su familia, murió de manera repentina por un cáncer de mama que la aquejó por tres años y una negligencia médica; hoy en día sus padres aún la recuerdan con admiración como símbolo de resistencia ante su enfermedad.


LA CAÍDA


Todos los fines de semana, después de salir de una larga jornada de trabajo, como de costumbre me gustaba ir a montar cicla y recorrer las altas pendientes de la hermosa Ocaña. Salí de mi casa a las seis de la mañana con rumbo desconocido, mi novio muy entusiasta dijo:


- ¿A dónde vas tan enérgica, mi amor?

-Voy a montar cicla mi vida, a ver si bajo estos kilos de más, - respondí con mucha gracia-.

Le di un beso de despedida y salí a todo dar.

Me gustaba este tipo de actividad física, era mi pasatiempo favorito y el que más me quedaba tiempo de hacer. Mientras iba subiendo las cuestas del pueblo, el sudor empezaba a notarse por todo mi cuerpo. De repente me doy cuenta de que viene persiguiéndome un sujeto en una motocicleta.


Corrí en la bicicleta con todas mis fuerzas, no había experimentado tanta adrenalina en mi vida, mientras eso, venía rezándole a la virgen de Torcoroma (patrona de la región) para que este hombre no me hiciera nada, tanto así, que en un momento determinado llevaba una velocidad muy alta bajando una cuesta en la que perdí el equilibrio y caí boca abajo a un costado de la carretera.


En ese momento se acercó un taxi y me vio tirada en la carretera


-Dios mío bendito, -expresó muy sorprendido- ¿qué le pasó mijita?, - de inmediato se bajó del taxi con un arma-.


El sujeto estaba allí conmigo, y cuando vio que el taxista le apuntó, tomó su motocicleta huyendo del lugar como alma que lleva al diablo.

Me ayudó a levantar con cuidado y le pedí el favor de que me llevara a casa de mis papás, por fortuna estaba consciente y el señor taxista era amigo de la familia.


Minutos después, mi mamá sintió que se acercó un vehículo y salió de una, me vio un poco raspada en la cara y los brazos, se asombró muchísimo.


- ¿Estás bien, Yita? –apodo cariñoso dado por mi familia-, ¿me le hicieron algo malo?

-Tranquila mamita, yo estoy bien, solo que tengo un dolorcito en el seno derecho, pero debe ser normal por la caída.


Con el paso de los días y las semanas ese dolor fue incrementando cada vez más, mi mamá muy preocupada me sobaba en esa parte con mucho cuidado, y le dije que mejor fuéramos a la clínica por una radiografía.


Era 19 de marzo del año 2010, un día frío y lluvioso, me provocaba quedarme en cama, pero las responsabilidades eran grandes y debía cumplirlas.


A las 8 y media de la mañana llegamos a la clínica con mi mamá, y nos atendió un médico muy formal, me dijo que me quitara la camisa para hacerme el chequeo y detectar si la masa que tenía era de tipo maligna o benigna.

Dos días después me llamaron de allí expresamente para decir que en la radiografía evidenciaron una masa interna muy extraña en el seno derecho y debían analizar a profundidad el caso. Me alerté tanto que salí del negocio con lo primero que encontré a mi paso y fui para la clínica, tenía mucho miedo del diagnóstico que me pudieran dar.


DIAGNÓSTICO


Después de tantos exámenes, radiografías y demás, detectaron finalmente que tenía cáncer de mama, cuando escuché esa horrible noticia mi mundo se vino abajo, no sabía qué hacer o cómo actuar, inmediatamente las lágrimas brotaron por todo mi rostro.


-No se preocupe señora Yalitza, su caso es tratable y se lo remitimos a Cúcuta, empezaremos con quimioterapias, radioterapias muy fuertes y luego con algunas operaciones de acuerdo a como avance el cáncer. –manifestó el oncólogo acertadamente.


La noticia me llevó por sorpresa, mi reacción fue de llevarlo con mucha calma, ya que según los especialistas, el cáncer no estaba tan avanzado, y al mismo tiempo fui muy fuerte y paciente asimilando el proceso del tratamiento.


Tiempo después autorizaron las quimioterapias en Cúcuta, eran muy dolorosas, quedaba con un estado de salud muy débil. Aproximadamente en la quinta quimioterapia, mi prometido y yo decidimos contraer matrimonio por la iglesia católica, sentimos mucha alegría, ya que uno de mis sueños más grandes era el de llegar al altar con el amor de mi vida.


-Te ves muy hermosa mi reina, ese cabello corto te luce un montón, -expresaba mi esposo con mucho aprecio.


Al principio del tratamiento, el cabello se me empezó a caer, lloré muchísimo por días y horas seguidas, pero al mismo tiempo entendía y tuve la fortaleza de decir “tengo mucha fe en Dios y en que él me dará de nuevo mi cabello rubio que tanto amaba”.


Así que, para aliviar un poco el dolor, me gustaba comprar pañoletas, balacas tejidas, gorros en lana y algunos otros adornos que le dieran estilo a mi realidad.

Cada viaje que hacía a Cúcuta por mi tratamiento, los disfrutaba mucho. Mi tía Mariela, mi prima Yina, mi hermano Uriel y mi infaltable madre estaban allí en todo momento, íbamos a piscina, salíamos a caminar a centros comerciales, hacíamos ejercicio y otras actividades que distrajeran un poco mi mente.


LA ÚLTIMA QUIMIOTERAPIA


-Mi vida hermosa, levántate, ¡hoy es tu quimioterapia número 30, la última!, te preparamos un delicioso desayuno, -enfatizó mi madre-


No podía creerlo, el tiempo había pasado muy rápido y el cáncer ya poco a poco estaba desapareciendo de mi organismo. Busqué en el armario un vestido rojo con blanco que me regaló mi esposo en mi cumpleaños número 38, me quedaba muy bien con mi silueta y era perfecto para la ocasión.


Una vez salimos del procedimiento, no cabía de la dicha, me sentía muy bien, y alegre, quería viajar lo más pronto posible para la tierrita a reunirme con mi esposo, mis adorados sobrinos y familia. Tenía una vida completa por disfrutar.


El oncólogo de la clínica de cancerología, quien estuvo pendiente de mi proceso y del tratamiento durante estos tres años, me dijo que dentro de unos meses podría ayudar para que yo quedara en embarazo, era mi mayor anhelo en la vida.


Por primera vez en mucho tiempo sentía que la vida me estaba sonriendo, me sentía enérgica, como nunca antes lo había estado. Así que tomé la decisión de viajar a Ocaña porque estaba ansiosa de contarle a mi esposo la gran noticia.


-Mami, vámonos a Ocaña, tengo muchas ganas de contarle a Lisandro lo que dijo el oncólogo.

-Mija, esperemos unos días más, acuérdese que el médico dijo que guardará reposo por varios días.


Hice caso omiso a la advertencia de mi mamá, y ella accedió a acompañarme. Una vez llegamos a Ocaña, me quedé en casa de mis padres por unos días, mientras mi esposo llegaba de un viaje laboral.


-Me siento muy mal mami, me duele el hombro, los brazos y tengo una fiebre muy alta, llévame a la clínica, -eran aproximadamente las 3 de la tarde.

-Llegamos allí, un médico general nos atendió, me dio unos cuantos medicamentos y suero, sugiriendo que, si me volvía a sentir mal, regresara a la clínica, no importaba la hora, él estaba dispuesto a atenderme.


Me fui de nuevo para la casa de mis padres, mi mamá había preparado una deliciosa cena, nos sentamos a comer juntos y disfruté del banquete especial.


Cuatro y media de la mañana, me levanto con un dolor muy fuerte en los hombros y brazos, estaba hirviendo en fiebre, esperé a que mi padre se fuera para el trabajo y no preocuparlo por mi estado de salud.


Llegamos a la clínica con mi mamá, nos atendieron por urgencias porque había un problema con la eps donde estaba afiliada y no pudieron atenderme en hospitalización.


Durante todo el día me sentía muy mal, más de lo normal, no tenía alientos de nada, los medicamentos y el suero no estaban haciendo efecto, cada vez más sentía que me desvanecía en mi realidad.


19 DE ABRIL DEL 2013


-Doctor, mi hija se encuentra muy mal, ya lleva dos días aquí y no presenta mejoría, el oncólogo de Cúcuta me recomendó que le hicieran un examen de sangre para ver cómo estaban las plaquetas, ya que pudo haber sido la reacción de la quimioterapia practicada hace cuatro días –expresó en medio de sollozos.-


-Señora, lo sentimos mucho, las plaquetas de Yalitza están muy bajas, no tenemos la utilería necesaria. Hay que avisar a Cúcuta para que envíen la inyección en este caso especial y estabilizar las plaquetas -exclamó el médico.


Mientras esperaba por la inyección, el dolor iba incrementando y los médicos no resolvían nada, sentía que me iba del mundo terrenal, poco a poco caía en un vacío del que nunca pude salir, cerré los ojos y dejé de ver por última vez el sol y la luna que iluminaba mis días.


“Ha sido muy difícil afrontar la ausencia de Yita, ella era la luz de mis ojos, en mi vida ya no hay felicidad, siento un vacío y una soledad enorme desde que ella partió”

Entre lágrimas y voz cortada por la profunda tristeza, Aura Carrascal, madre de Yalitza, recuerda con mucho dolor el fallecimiento de su hija la mayor y única mujer entre sus tres hijos varones.


Fue parte fundamental en su vida y hoy después de 8 años de su muerte se arrepiente de no denunciar a tiempo la clínica donde no le prestaron la asistencia médica especializada que necesitaba su hija.


Yalitza, hace parte de las 2.120 mujeres que al año mueren en Colombia por cáncer de mama y de las 180.000 personas que mueren a causa de la negligencia médica, según cifras del Ministerio de Salud y Protección Social.

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