Por:Laura Sahian Mora y Karina Tobón
Elisabeth, es una joven nacida en la isla de San Andrés, ubicada frente a la costa de Nicaragua. Tuvo que vivir en Bogotá por cuestiones de estudios, y volvió a la isla a causa de la cuarentena. Amante de su isla por su variedad de cultura a pesar de ser una isla pequeña.
En San Andrés está el isleño que es la persona que nació en la isla, el paña quien es el que vino de afuera y se le dio la occre (visa pequeña) y el raizal, el que ha tenido sus antepasados en la isla, nace y sigue viviendo en la isla.
Elisabeth está feliz de estar nuevamente con su familia y en su tierra, la segunda isla más grande del departamento que se ubica a 80 km al noreste. En esta isla no solo hay culturas, también costumbres y personas cálidas; comparando a su vivencia en Bogotá
-Bogotá es una ciudad muy fría, las personas son distantes, individualistas, extrañaba mucho San Andrés, el calor hogareño, los amaneceres, los atardeceres, mis vecinos porque he estado siempre acostumbrada a las familias grandes, la unión, el conocernos y ayudarnos entre nosotros mismos.
Las desventajas que hubo al no contar con el servicio del turismo, se vieron en aquellas personas que vivían del mismo. Muchos trabajadores tuvieron que liquidar sus almacenes a causa de la notable baja en sus entradas económicas.
El gobierno no ayudó a los isleños y la economía se puso por “el piso”, el empleo formal en el sector hotelero y la industria del turismo se vieron fuertemente afectados ya que dependen de la demanda y oferta.
Por otro lado, en cuanto al medio ambiente, se pueden ver los beneficios de la isla sin turistas, incluidas las campañas de limpieza y los ajustes estructurales de la playa. Debido a que no visitaron la isla, los animales una vez más se movieron libremente en sus hábitats, mostrando toda su gloria.
La zona noroeste de la isla está rodeada por varios arrecifes importantes por una gran barrera de coral, de flora y fauna marina, que atraen a una gran cantidad de turistas cada año. Raizal y los isleños dan prioridad al aprendizaje, la experiencia del entorno circundante y cuidado del medio ambiente.
San Andrés sigue siendo la bella isla que cautiva con su insondable mar, su maravillosa vista, su variedad de colores, y lo que llama a las personas: la variedad de gastronomía que los identifica, su plato típico el “rondón” que lleva: pescado, pitiel, yuca, ñame, plátano, leche de coco, pimienta y caracol; arroz de coco, patacón y ensalada; la empanada de cangrejo.
El pescado y los frutos de mar son habituales en la gastronomía de la isla, con recetas que incluyen mariscos, langostinos, cangrejos y pargos. Comidas que con tan solo leerlas se vuelven apetitosas, los turistas no se resisten; multitud de personas las consumen, pues su aroma las hace irresistible.
Elisabeth sale todos los días a trotar por la orilla del mar y aunque pocos turistas han retomado sus viajes, se presencia después de casi siete meses una vez más la irresponsabilidad, falta de cuidado y amor por el lugar al desechar basuras en la playa y en el mar (tapabocas, desechos de comida, botellas de alcohol).
Fauna, flora y recursos hídricos hacen de San Andrés el destino preferido para los turistas, por tanto, el aprovechamiento del tiempo es y que siga siendo invertido en la limpieza de su playa.
Esta buena labor de los aledaños le da un plus a la madre tierra para que brille en todo su esplendor, pero esto que se acaba de mencionar no se quede en un momento pasajero.
Es compromiso del ser humano tener sentido de pertenencia y que así mismo también los viajeros ayuden a cuidar esta propiedad que les regala momentos extraordinarios e inolvidables, si conservamos y mantenemos estas respectivas sugerencias la arena, el agua y los animales nos agradecerán por tener nuestro hogar limpio y paralelamente a esto, llegará el crecimiento económico para los vendedores ambulantes, restaurantes y hoteleros.
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