Escrito por: María Paula Macías
Hay momentos o situaciones decisivas en la vida, puntos sin retorno que nos hacen experimentar nuestros más altos niveles de resiliencia o nos pueden hacer quebrar en mil pedazos. Esta historia es una muestra de ello.
-Hasta mañana que descanse, hijo.
-Hasta mañana, mamá.
Fueron las últimas palabras que cruzaron Berenice Suárez de 79 años y su hijo Roymar de 62 años, quien horas más tarde acabaría con su vida dentro de la vivienda que habitaba únicamente con su madre.
Roymar Alejandro Salazar Suárez, había conformado un hogar desde muy joven con Betty, la mujer que conquistó en sus años dorados, el amor de su vida, su mayor apoyo y mano derecha en los negocios.
Producto de la unión de la pareja, nació una hija a quien bautizaron Laura, su unigénita y la razón de vivir para Roymar, él le complacía hasta el más absurdo deseo. Se caracterizaba por ser un padre responsable, un esposo comprensivo y sobre todo un trabajador incansable.
El día que le cambió la vida
Roymar tenía 47 años cuando se enteró que padecía una enfermedad llamada párkinson, la cual avanzó inesperadamente impidiéndole de cierta manera, realizar algunas actividades cotidianas con normalidad, sin embargo, él se rehusaba a dejar de trabajar e incluso continuaba al frente de sus negocios como siempre.
Transcurrieron cinco años cuando atravesó aquel crucial momento de su vida donde pese a sus esfuerzos sobrehumanos, no podía controlar sus movimientos y su vida se derrumbó poco a poco.
Aquella mujer con quien pensaba que envejecería le pidió el divorcio confesándole sin ningún tipo de remordimiento, que ella era lesbiana y nunca lo quiso, le arrebató a su hija llevándosela lejos, lo despojó de su vivienda, sus enceres y su vehículo.
-Mamá, estoy en la calle, enfermo y solo.
-¿Qué? ¿Cómo así? ¿Qué pasó?
-Betty vendió todo, se fue con Laura. Me tengo que ir y no tengo a nadie.
-No señor, usted me tiene a mí y a sus hermanos.
-Yo no quiero ser un estorbo para nadie, me quiero morir.
-Nunca va a ser un estorbo, ¿cómo se le ocurre decir eso? Usted me tiene a mi, yo soy su mamá y usted cuenta conmigo hasta el último día que me quede en esta tierra, Roymar.
Inquebrantable como un roble, así es el amor de una madre y es en ese momento cuando Berenice acoge a su hijo quien para este momento tenía 52 años.
Él se siente con la necesidad de salir bien librado de aquella situación y dos años después, aplica para un subsidio de vivienda, logra adquirir una pequeña propiedad pero cegado por su afán de trabajar nuevamente toma la decisión de venderla para comprar un camión de transporte y trabajar como conductor por diferentes rutas del llano Colombiano.
Él estaba feliz, se sentía útil, había vuelto a sonreír, bromeaba de nuevo con sus hermanos en las reuniones familiares con ese particular humor que lo caracterizaba y había dejado atrás aquel triste episodio, por lo que todo parecía mejorar aunque no por mucho tiempo.
Lo peor estaba por venir.
Se había corrido la voz en el gremio de conductores acerca de un hombre en sus cincuentas con un aspecto físico bien particular, temblaba al parecer involuntariamente, hablaba con cierta dificultad y tenía de ayudante a un joven al parecer no muy confiable.
Transcurría una madrugada fría y solitaria en el llano vichadense, Roymar iba conduciendo su camión cargado de alimentos e iba con su ayudante como de costumbre pero la atmósfera se podía percibir muy tensa, algo raro estaba ocurriendo.
Se podía sentir como el ambiente se tornaba incómodo cuando de pronto, unos hombres en moto los abordaron con armas, los encañonaron, amarraron sus manos, cubrieron sus ojos y los arrodillaron a un costado de la vía.
-Ya, ¡nos van a matar! Pensó Roymar mientras pedía a Dios por su vida.
-¡SI SE MUEVEN, LOS MATO! Gritaban los delincuentes mientras sacaban todo y esculcaban hasta el último rincón.
Tomaron las llaves del camión dando las últimas instrucciones, se estaban llevando el vehículo y no podían moverse o les iban a disparar.
El sonido del carro surcando la llanura se alejó poco a poco, el eco de la inmensidad los hacía creer que aún seguían muy cerca y fue solo una hora después cuando su ayudante lo empezó a desatar, pero… ¿Cómo se pudo soltar? ¿Qué pasó?
Tantas preguntas rondaban en ese momento pero lo más importante era que estaban vivos así que no hubo ningún cuestionamiento.
La fatal decisión
Como consecuencia de la pérdida total de su único capital, Roymar presenta un drástico cambio de actitud pero para su familia era apenas normal debido a todo lo que estaba atravesando, su habla era cada día menos clara, sus movimientos más bruscos, sus pasos más torpes.
Una noche después de compartir la cena con su madre, como siempre, se despide deseándole buenas noches y Roymar ve el lento recorrido que hace su madre en su andar mientras se quejaba de su habitual dolor de rodilla que le impedía moverse ágilmente.
El reloj marcaba las 3:00 a.m., la madre de Roymar dormía profundamente mientras él preparaba todo para terminar con su vida colgándose de la viga más alta que había en la vivienda de su madre y ya a punto de saltar, gritó:
- ¡Hasta luego mamá!
Berenice se despierta y corre hacia la sala donde escuchó la voz de su hijo y un fuerte estruendo. Ella grita pidiendo auxilio a sus vecinos quienes llamaron de inmediato a la policía y demás familiares mientras intenta ayudar a su hijo quien para ese momento ya estaba muerto.
Hasta esta casa en el barrio Remansos de Rosa Blanca en la ciudad de Villavicencio llegaron las autoridades pertinentes para realizar el levantamiento del cadáver, mientras que la madre del fallecido fue trasladada a un centro asistencial por cuenta de uno de sus hijos, debido a una crisis nerviosa ocasionada por aquel impactante episodio.
“La depresión existe, es real y nosotros no la pudimos ver, es como un cáncer silencioso que se carcome tu mente poco a poco”
La enfermedad silenciosa que agobiaba a Roymar Alejandro Salazar Suárez era depresión, y aunque en repetidas ocasiones había manifestado a sus familiares que él se quería morir, nadie nunca pensó que pudiera estar considerando quitarse la vida.
Ninguno de sus familiares tan siquiera pensó en el fatal desenlace que producirían las diferentes decepciones que estaba teniendo. Ellos manifiestan que él siempre quiso que lo vieran como un hombre fuerte, determinado, alegre, trabajador y sano.
“La depresión existe, es real y nosotros no la pudimos ver, es como un cáncer silencioso que se carcome tu mente poco a poco”, manifiesta su hermana mayor mientras su mirada refleja el profundo vacío que hay en su alma.
Por su parte, la madre de Roymar Alejandro apenas y puede pronunciar un par de palabras mientras recuerda lo sucedido y es que, “no es para menos, el orden natural de la vida es que mis hijos me enterraran a mi que ya estoy vieja y enferma y no al contrario”, dice la señora berenice mientras balancea su cabeza de lado a lado manifestando inconscientemente la negación que hay en su alma tras la dolorosa pérdida.
Comments