Escrito por: Wilson Andrés Celis Medina y Manuel Felipe Carrera Gutiérrez
El inicio
“Ha sido duro, me ha sido pesado, como le digo, la calle no es para todo el mundo”. Mirando hacia el vacío, como evocando el pasado, Fabián Andrés Romero de 29 años, un villavicense que vive en condición de habitante de calle, relata la realidad que vive él y muchas de las personas que se encuentran en su misma condición.
Pasa los días deambulando en las calles, cuando quiere descansar sube al barrio Galán buscando donde comer y dormir, “yo vengo a este barrio porque aquí la gente le colabora a uno mucho con la comida, aquí la gente es muy colaborativa”, comenta.
Por otra parte, cuando pasa dos o tres días descansando y siente de nuevo la necesidad de consumir basuco baja a la olla del 01, en este lugar consume la droga que compra, “allá me pego mis bichasos” dice.
Todo comenzó hace 15 años aproximadamente. Fabián inició con la marihuana cuando tenía alrededor de catorce años, en el transcurso de un año se fue adentrando en el mundo de las drogas donde conoció el basuco. Sumado a esto, la falta de educación siempre estuvo presente ya que su familia es de escasos recursos, nunca pudo estudiar, no sabe leer ni escribir, él dice que la vida que lleva ahora es en gran parte debido a las oportunidades que nunca tuvo.
En cuanto a su familia prefirió alejarse de ellos pues no quería ser una molestia, además tiene muchos enemigos que podrían hacerle daño a él o sus familiares por eso decide mejor no verlos.
Fabián habla del basuco como su perdición dado que, esta droga fue el motivo que lo llevó a terminar viviendo en las calles. A la edad de 15 años y con la sombra de las drogas a su espalda, comenzó a robar con el fin de conseguir dinero para consumirlo en basuco, incluso llegó a apuñalar personas con tal de quitarles sus pertenencias, “yo ya era un adicto”.
Comenta que se desesperaba si pasaba un día sin consumir. Hoy en día lamenta todas esas acciones contra aquellas personas que fueron víctimas de su delincuente juventud ligada a las drogas, le hacía tanto daño a las personas como se lo hacía a él mismo.
Así se siente
“Yo peleo con una legión de demonios”, dice Fabián Andrés rascándose la cabeza de desesperación. El consumo de sustancias alucinógenas lo hacen sentir como si fueran a asesinarlo a machete.
Cuando recorre las calles de Villavicencio bajo los efectos de la droga se siente perseguido. Incluso cuando no está drogado sufre la necesidad de estar prevenido; pues muchas veces aunque los habitantes de calle comen juntos, entre ellos mismos se atacan con el fin de robarse la droga que tienen. El dice que en el mundo de las drogas no hay amigos.
El caminante
"Caminar es lo que a mi me gusta". Fabián ha ido a Cartago, Medellín y Bogotá, caminando o colgado entre las mulas, para él es una experiencia muy reconfortante.
Duró cinco años haciendo estos viajes en los cuales conoció lugares y personas que desearía no haber conocido. Estuvo en la calle del Bronx, un lugar en el que con el simple hecho de entrar se podía sentir un ambiente frío, un ambiente de muerte.
Aunque tuvo momentos malos, en otro de sus viajes, esta vez a la ciudad de Medellín, conoció a una mujer con la que tuvo una relación amorosa y en la cual tuvo un hijo llamado Yosimar Steven que, hasta el día de hoy no conoce su paradero pues perdió contacto con la mamá de su hijo. Según él, estas experiencias le quedarán grabadas para siempre en su memoria porque conocer nuevos lugares lo hace feliz.
El sobreviviente
No es un misterio que los habitantes de calle pueden pasar días sin comer, Fabian ha vivido esta realidad en carne propia. Él ha pasado hasta cuatro días sin comer nada, "uno con hambre recoge el pan del piso y lo sacude para que se le quite la arena y pa’ dentro".
Fabian cuenta sus anécdotas entre risas y rascándose el cuerpo de repudio, "un día estaba en una traba ni la hijueputa. Me puse a revisar la basura y me encontré un manjar, frijoles, arroz y ensalada, cuando ya iba a terminar me di cuenta que lo que me estaba comiendo estaba lleno de gusanos”.
También narra que otro día metió la mano a la basura para sacar comida y esta salió untada de heces, se reía mientras que se le aguaban los ojos. Esto es normal en el diario vivir de un habitante de calle expresa nuestro protagonista, ya que estas se ven en la necesidad de buscar comida en la basura porque muchas veces las personas les son indiferentes y los tratan como si no fueran seres humanos.
Fabián ha sido maltratado de muchas formas, ha tenido que soportar golpizas en la URI ( Unidad de Reacción Inmediata) y pasar toda la noche mojado. A pesar de todo lo malo que le ha pasado, Fabián Andrés vive su vida un día a la vez, para él cada uno de ellos trae algo nuevo, le agradece a Dios porque le sigue dando un día más de vida.
“Para mi la vida es una chimba y si Dios quiere seguiré viviendo mi vida recorriendo las calles”.
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