Por Edward Fabián Rocha Ramírez
Nuestro país es reconocido mundialmente por ser ampliamente biodiverso y multicultural, además goza de una envidiable posición geográfica, la cual, al estar ubicada cerca de la línea del ecuador, permite tener todos los pisos térmicos en el territorio nacional, desde el clima cálido, hasta páramo y nieves permanentes. Debido a esto, la multiculturalidad que hay en Colombia es inmensa.
Por estas razones la cantidad de dialectos que existen en el territorio nacional no son cosa menor, a su vez y por consecuencia del uso del lenguaje, los modismos que empleamos en nuestro diario vivir, también llamados coloquialmente “colombianismos” son demasiados. Estas expresiones están compuestas por algunas figuras retóricas como metáforas y eufemismos.
Se podría hacer una extensa lista de innumerables términos y expresiones que se han acuñado a lo largo de la historia y no tendríamos como acabar. Sin embargo y a modo de ejemplo, citaré algunos que me permitan ilustrar lo anterior, entre los que sobresalen son; dar papaya, echar los perros, tirarle mente, hablar paja, echarse un polvo, patear la lonchera y el recién añadido al club, “homicidio colectivo”.
El suceso ocurrió en Samaniego, Nariño, donde ocho jóvenes fueron masacrados hace tan solo unas semanas. Y es precisamente este último eufemismo, recién acuñado por el presidente Iván Duque para referirse a las masacres ocurridas a lo largo de su mandato, el que en esta ocasión, analizaré con mayor detalle.
Es cierto que no es la primera vez que eufemismos como este se utilizan en nuestro país para aminorar la carga semántica que tiene una palabra, por ejemplo, llamar una “pesca milagrosa” a un modus operandi de secuestro, decir “pelar” en lugar de asesinar, o llamar “vacuna” a una extorsión, decir un “falso positivo” a un crimen perpetuado por el ejército para mostrar resultados, y la lista continúa.
La querella se da cuando el presidente Duque hace uso de la polémica expresión, pues esta le resta importancia a un crimen tan atroz como lo es una masacre. Al legitimar este tipo de discurso, se deshumaniza el delito y se deja entrever una posición indolente frente a las víctimas que han sufrido este flagelo.
Cabe resaltar que muy seguramente el nacimiento del término no ha sido casualidad. Este responde a una estrategia del discurso para justificar o excusar de algún modo, la pobre respuesta que ha mostrado el gobierno frente a las 47 masacres que han ocurrido en el presente año.
Como bien lo cita Nubia Barranco Flores en su artículo ‘El eufemismo léxico del discurso político y sus efectos cognitivos’, “Cuando se analiza el funcionamiento del eufemismo en el discurso político, suele ponerse de relieve la facilidad con que se usa como instrumento desinformativo al servicio de la propaganda; en este sentido, el eufemismo del discurso político, parece responder a menudo a la intención de falsear la realidad y de confundir al receptor en provecho del emisor”.
Y es por medio de la reproducción del término que se promueve la lexicalización del mismo, aún más cuando se usa como fragmento de un discurso recurrente que normaliza la situación por parte de cuentas oficiales como la de la presidencia @infopresidencia y @mindefensa o lo utilizan personajes políticos reconocidos como Carlos Holmes Trujillo, actual ministro de Defensa.
Solo resta decir que es nuestra decisión como ciudadanos admitir este uso sesgado del lenguaje. En incontables ocasiones se han normalizado muchas formas de adornar la violencia con eufemismos en nuestro país ¿Dejaremos que ocurra una vez más?
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