Por: Eduardo Quevedo Navarro
Según la constitución política de Colombia, la democracia es participativa y mediante esta se otorga la representación, algunos colombianos tenemos en cuenta esto, digo algunos porque en Colombia millones de personas no salen a votar.
Según el 100 por ciento de los votos escrutados por la Registraduría Nacional en las elecciones presidenciales del año 2018, sólo ejercieron su derecho al voto 19'636.714 personas de las 36’783.940 habilitadas. Sin embargo, el número de colombianos que salieron a las urnas aumentó con relación a las elecciones presidenciales en el 2014. Pero que se le puede pedir a una sociedad que lo único que han hecho sus gobiernos, ha sido destruir toda esperanza de vida en cualquier renacer… la educación crítica y liberadora que necesitamos no existe para el pobre, porque es selectiva y clasista, el acceso a la información es mínimo y seguramente de esa información subyacen narrativas de control que enajenan el sentir propio que debería estar presente, claramente la desigualdad social y la lucha por sobrevivir distrae, cansa y genera que se acepte con naturalidad el orden social establecido.
Estas razones y muchas más son cimientos para que la falta de interés por lo colectivo, la indiferencia y el individualismo sean los antivalores que caracterizan y reproducen nuestra construcción social.
Históricamente la mayoría de nuestros representantes se han tomado muy en serio la tarea de lograr con sus mismos hechos ineficientes, absurdos y poco convenientes para la sociedad, que se degrade el uso de la política como herramienta de construcción y cambio social, más bien, lo que sí saben de manera muy clara es el uso de la politiquería para posicionar intereses particulares, legitimar la corrupción, perpetuarse en el poder, esclavizar con aires de libertad al pueblo colombiano y asesinar a los líderes que no piensan como ellos.
Según la constitución política de Colombia también somos una democracia pluralista, pero estigmatizan, no toleran y censuran al que piensa de otra manera, el derecho a la vida es inviolable, dice el artículo 11, todos somos iguales ante la ley, que a ninguno se debe discriminar por sus convicciones, y que el Estado debe promover las condiciones para que la igualdad de tratos sea real y efectiva, dice el artículo 13.
Así estos artículos no existieran, las ideas o creencias no deberían ser excusas para generar violencia de ningún tipo, pero es complejo entender esto para un pueblo que entendió la política como “un acto de persecución hacia el que no piense como yo” un irrompible mandamiento, así lo hemos configurado en el país, el conflicto bipartidista y todo lo que este amargo episodio histórico contiene, es evidencia de esa cultura violenta y arribista que traspasó a nuestras familias y por ende a nosotros.
A donde llegábamos nos tocaba salir corriendo porque venían los godos (Conservadores), o los Liberales. Cada vez que hablo con mi abuela y le pido que me cuente su vida, ese fragmento doloroso de despojo, violencia y preocupación, es el protagonista en sus relatos, ni siquiera le estoy preguntando de historia, pero esos momentos que a sus 81 años ya se opacan, siguen vigentes en su memoria…
El acontecimiento del 9 de abril de 1948 es otro ejemplo de cómo se asesinan a los que no están de acuerdo con lo que estaba establecido en materia social de la época, y que hoy año 2020 esa misma forma de política predominante, sigue siendo herencia de los mismos asesinos, solo que con diferentes títeres y titiriteros que usan una que otra nueva palabra.
Durante la década de los 80 y los 90 y a comienzos del 2000 se vivió en Colombia el genocidio del partido político Unión Patriótica (UP), como así lo adjudica el fallo emitido por la sala de justicia y paz. Como crimen de lesa humanidad lo confiere la Dirección de Análisis y Contexto de la Fiscalía, ya que determinó que existió una alianza criminal entre paramilitares, agentes del estado y sectores políticos, para exterminar todo un partido y con ello seguir introduciendo esa ideología del miedo que nos oprime a la hora de sentir, de ver y expresar.
El rápido ascenso que tenía el partido político de ideología progresista asustaba a los poderosos tradicionales de la época, actualmente los sigue asustando, la diferencia es que logran engañar a muchas personas con diferentes prejuicios, les llaman guerrilleros, castrochavistas, neocomunistas, mamertos e infinidad de inventos, carentes de argumentación, que repetidos y reproducidos de diferentes maneras predeterminan un imaginario colectivo que resta valor a las causas insolubles.
Tenemos que ser conscientes como sociedad que han sido muchos los asesinados y pocos los reconocidos, que son muertes no bajas, que son personas, no soldados o guerrilleros, que aquí nadie debería ser enemigo de nadie por sus creencias, que ojalá apliquemos a nuestra vida esa magnífica y a su vez triste reflexión que nos dejó aquel gran personaje: “Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona aunque piense y diga diferente”, Jaime Garzón.
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