Por: Laura Gordillo Mancera y Melisa Trigos Benitez
Sebastián Ariza, un joven soñador de 14 años fue víctima de un aparatoso accidente en el barrio la Rosita de Villavicencio, que acabó con su vida y con la alegría de su familia; hoy en día su recuerdo aún sigue vivo y es la razón por la que se construye un puente peatonal en el sector a petición de sus padres en conmemoración a su muerte.
Rutina
6:15 de la mañana del día lunes, empieza un nuevo día para ir al colegio. Ese día tenía clase de educación física, matemáticas e inglés. Al llegar a la institución San Francisco de Asís, me encuentro con mis amigos del salón en la entrada del colegio, Jeisson y Camilo, nos saludamos y entramos a clase.
En clase de educación física, siempre me iba muy bien, me gustaba mucho los deportes, de hecho, entrené fútbol, baloncesto, natación, voleibol y entre otros. Con mis amigos del barrio, la Rosita, que queda cerca de la Universidad Cooperativa de Colombia sede Villavicencio; solíamos ir al polideportivo a jugar y divertirnos un buen rato, allí vivía con mis padres y hermanos en una casa esquinera, con paredes blancas y portones negros.
Al culminar el horario escolar, agarré mi mochila y me dirigí hacía mi casa, en el camino me encontré a varios vecinos y los saludé cordialmente, estaba muy cansado de clases, solo quería llegar a comer algo y dormir.
-Niño, me ayuda a llevar estas bolsas -exclamó una señora de edad que vivía cerca a mi casa-.
-Sí señora, con mucho gusto -le dije con una gran sonrisa-.
Tomé las bolsas, al parecer estaban llenas de mercado, la acompañé hasta su casa y le ayudé a entrar las bolsas.
-Muchas gracias niño, Dios le pague, es usted muy amable -dijo la señora-
Al llegar a casa, estaba mi madre esperándome con un gran abrazo y con un gran plato de comida, almorcé alrededor de la 1 de la tarde, me recosté sobre la cama y quedé profundo. En la tarde hice tareas y ví tele con mis papás y hermanos.
Concurso
Un día al llegar al colegio, había grandes carpas verdes, globos blancos, y pancartas que decían ECOPETROL, yo me sorprendí y me entró una gran curiosidad saber de qué se trataba dicho evento. Nos formaron en el polideportivo del colegio y empezaron hablar unos hombres vestidos con trajes cafés, botas negras y sombreros grandes, parecían exploradores.
Nos contaron acerca de la empresa, de sus proyectos y la razón de su visita, yo estuve muy atento de lo que hablaban. El motivo por lo que estaban en el colegio era porque estaban organizando un concurso llamado “las iguanas”, ya que esta empresa tiene bajo el cuidado de muchos animales de esta especie.
Nos organizaron por grupos, cada grupo debía tener un líder, el cual era el que tenía que exponer; yo me postulé para dicho cargo, mis compañeros me apoyaron, puesto que en las exposiciones me iba muy bien.
Debíamos hablar de su importancia, de por qué era la imagen de la empresa, de su reproducción, de su cuidado, de su alimentación, en fin, todo acerca de las iguanas.
Con mis compañeros investigamos lo más que pudimos, en cartillas físicas, videos, fotos y pancartas. Ya con toda la información necesaria, dieron inicio al concurso, yo estaba muy nervioso, un gran frío entró por mis pies, pero también me sentía muy seguro de lo que aprendí.
Eran 10 estudiantes los cuales íbamos a exponer, comenzó a exponer uno por uno, estaba muy ansioso de que llegara mi turno, después de media hora me correspondió exponer. Me paré en una gran tarima frente a todos mis compañeros, profesores, directivos y los jurados de ECOPETROL.
En las miradas de mis compañeros podía ver un gran entusiasmo y apoyo, tenían grandes carteleras con mi nombre y el grado, eso me llenó de alegría, así que decidí darle inicio a la exposición. Mis manos sudaban de los nervios, pero luego de ciertos minutos me empoderé de la tarima y hablé de las iguanas como si fuese mi animal favorito.
Al finalizar la exposición, todos aplaudieron tan fuerte que la tarima retumbaba, mis compañeros me abrazaron tanto que mis brazos quedaron débiles, los profesores me felicitaron y los señores que parecían exploradores me estrecharon la mano con gran alegría.
Después de una gran espera, llamaron a los participantes a pasar al frente para la premiación. mi corazón quería salir del pecho, mis manos y pies sudaban, estaba tan nervioso que no podía ni moverme de donde estaba.
Se me hizo eterno ese transcurso de tiempo, después de unos minutos por fin iban anunciar al ganador, todos se quedaron en un gran silencio, mientras que el presentador leía el nombre del anfitrión que estaba escrito en una gran hoja blanca, cuando de repente dijeron mi nombre el mundo se detuvo en ese instante, no me la creía, la felicidad invadió mi cuerpo que comencé a saltar y gritar.
Me entregaron el premio, era una figura de una iguana hecha en madera, en ella estaba escrita la fecha, el logro obtenido y el nombre de la empresa.
Inmediatamente bajé de la tarima y mis compañeros se aventaron encima de mí con mucha alegría, recibí felicitaciones por parte de todo el colegio, al finalizar el evento, nos dejaron ir para las casas, por todo el camino llevaba el premio con mucho cuidado como si se tratara de un jarrón de vidrio.
Al llegar a casa, estaban mis padres y hermanos almorzando, se sorprendieron al ver el premio y me preguntaron qué era lo que llevaba en las manos; entonces les conté acerca del concurso con todos los detalles.
En sus rostros se podía ver un gran asombro y emoción. Mi madre se levantó de la silla y me abrazó con mucha fuerza, sus ojos se llenaron de orgullo y felicidad, así que unas cuantas lágrimas bajaron por sus mejillas.
-Estoy muy orgullosa de ti hijo mío, te amo -exclamó mi mamá-.
-Yo también estoy muy orgulloso de ti, eres mi campeón -exclamó mi papá-.
Esa tarde fue grandiosa, mis papás compraron helados, compartimos en familia, les hablé a mis hermanos acerca de las iguanas. En la noche vimos tele como acostumbramos hacer, mi mamá preparó una deliciosa cena y finalmente nos acostamos a dormir.
El mandado
Un día sábado, 26 de abril del año 2014, me levanté alrededor de las 8 de la mañana, desayuné y me puse a ver tele, cuando de pronto escuche murmullos afuera de la casa.
Me asomé por la ventana y en el andén estaba mi mamá tomando tinto con una vecina, me dio curiosidad saber de qué estaban hablando, me paré en la puerta y escuché que conversaban acerca de productos de aseo, entonces la vecina le dijo a mi mamá que necesitaba un jabón especial para lavar los muebles y no tenía a quién decirle que le hiciera el mandado porque quedaba un poco lejos.
- ¡Veci, yo voy y le compro el jabón! -le dije con una gran sonrisa. -
- ¡Ay papito tan amable!, usted como siempre tan servicial, vaya y le doy para la gaseosa, -me dijo mientras tomaba tinto. -
Me entregó el dinero y me indicó el lugar donde vendían el jabón.
-Papi vaya al Exito vecino, el jabón está en la sección de aseo.
-Ah listo si señora, me voy a cambiar la ropa y ya voy -le dije mientras entraba a la casa-.
Fui a mi habitación y busqué qué ropa ponerme, comencé a pasar gancho por gancho, camisa por camisa, pantalón por pantalón, hasta que decidí ponerme mi camisa favorita, era rosada con rayas azules, a mí me gustaba mucho porque tenía unos colores muy bonitos, luego elegí ponerme una bermuda azul porque combinaba, medias oscuras y tenis blancos.
Le dije a mi mamá que me iba hacer el mandado, que no me demoraba entonces ella me dijo que tuviera mucho cuidado. Tenía mucha pereza de caminar, quería ir en bicicleta porque era más rápido, pero yo no tenía, entonces fui donde otra vecina, que el hijo tenía cicla y le pedí el favor de que me la prestara.
-Hola veci, me presta la bici para ir hacer un mandado, no me demoro -le dije asomándome por la ventana-.
-Hola Sebas, si papi, vaya al patio que la bicicleta está allá -me dijo mientras fritaba unos huevos-.
Entré a la casa, me dirigí hasta el patio, saqué la cicla y tomé rumbo hacia el almacén de cadena. En el camino saludé a varios vecinos y amigos. Ese día estaba bastante soleado, el cielo estaba tan despejado que parecía el mar. Mientras manejaba, el viento golpeaba mi rostro, pero a la vez sentía una gran frescura.
Debía cruzar la avenida para llegar al éxito, ya que quedaba al frente de la entrada del barrio. En el parqueadero siempre estaba un señor de edad, con gorra y un palo, el cual cuidaba los carros y motos.
-Veci, le puede echar un ojito a la cicla mientras compro algo -le dije mientras me bajaba de la cicla-.
-Hágale, todo bien -me dijo mientras ayudaba a parquear una moto-.
Cuando entré, no sabía en dónde quedaba la sección de aseo, así que le pregunté al celador. Él me indicó y empecé a buscar el jabón, había de toda clase, para el baño, ropa, loza, etc., pero no había para muebles, me enojé porque perdí el viaje, entonces salí del éxito y le di 500 pesos al señor, agarré la cicla y me fui.
Decidí bajarme de la cicla y cruzar a pie, esa avenida Puerto López es muy peligrosa, han muerto muchas personas en accidentes de tránsito. Para cruzar me percate que no vinieran carros, ni subiendo, ni bajando para poder pasar.
Me apresuré, cuando de pronto escuché a lo lejos, el rugir de grandes llantas, el pavimento estaba hirviendo, dirigí mi mirada hacia lo lejos de la vía, se trataba de un camión, prácticamente estaba a centímetros, quedé en shock, mi cuerpo se paralizó y no pude ni pestañear.
Yo esperaba que el conductor bajara la velocidad, con el brazo le hice pare, pero no paró, se me llevó mi brazo por delante, sentí un gran dolor y desespero.
- ¡MAMÁ! -grité con todas mis fuerzas-.
Las personas que estaban cerca me voltearon a ver y gritaron con angustia, pero no podían hacer nada, ya era muy tarde, mi cuerpo se desestabilizó y caí, el camión pasó sobre mí; ese sol brillante y cielo azul se apagaron, poco a poco me fui marchando.
“Cuando a uno le matan o se muere un hijo, no tiene nombre”
Claudia Parra, la madre de Sebastián, es otra de esas madres que sufren la pérdida de un hijo, este hecho la tomó de sorpresa e imprevisto, se encontraba tranquila en su hogar aquel sábado de abril, cuando de repente sintió una punzada o un presentimiento.
No le prestó atención, pero a los pocos minutos llegó un vecino en una moto, con gran desespero y angustia.
- ¡Vecina, estrellaron a su hijo en la avenida!
En ese momento el mundo se le vino abajo, el miedo y el pánico invadió su cuerpo que inmediatamente llegó al lugar de los hechos, al ver su hijo en la carretera sin vida, tapado con una sábana blanca, se derrumbó en lágrimas.
Su corazón se detuvo pues se había marchado su angelito, su hijo, su adoración, y se preguntaba con furia y despero
- ¡Dios mío!, ¿por qué te llevaste a mi hijo?
Hoy después de seis años ese dolor sigue presente en su corazón, sus familiares lo recuerdan con mucho amor y tristeza, para ella es muy difícil hablar acerca de esta tragedia, su voz se entrecorta y las lágrimas desbordan de sus ojos.
Para su padre, este hecho también ha sido muy doloroso, Sebastián era su campeón, su niño soñador, su futuro piloto.
Es un hombre muy fuerte, pero en sus ojos refleja mucho dolor y tristeza, el sueño de Sebas era viajar a San Andrés, entonces su padre viajó con su familia a esta bella Isla, y esparcieron las cenizas en el mar.
Con respecto al proceso legal, hoy en día aún está en proceso, la aseguradora del vehículo no les ha dado una respuesta a favor, durante la investigación del accidente, se descubrió que el chofer iba entretenido en el teléfono celular, no se percató del niño y ocasionó el accidente.
Han intentado resolver el caso con varios abogados, pero no les dan respuesta. Sus padres formaron una junta popular con los vecinos del barrio La Rosita para la construcción de un puente peatonal en aquella vía tan peligrosa, para evitar así más muertes y catástrofes.
El puente se encuentra en construcción y será llamado Sebastián en honor al niño.
El reporte dado por el Instituto de Tránsito y Transporte del Meta reveló que en los primeros seis meses del 2020, en Villavicencio el número de víctimas fatales a causa de accidentes de tránsito fue de 41 personas, entre esas uno de los actores viales en mayores reportes de víctimas fueron peatones con 15 fallecidos, y el género masculino como el más afectado.
Comments