Escrito por: Andrés Ramírez
Economía sostenible y seguridad alimentaria son temas que han tomado fuerza durante los últimos meses, así como proyectos de horticultura que desde la Secretaría de Medio Ambiente en compañía de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) han inspirado a la comunidad.
Las actividades se han logrado desarrollar en instituciones educativas e incluso en sus propios hogares, buscando alimentos libres de químicos al alcance de su bolsillo.
El proyecto se fortaleció dadas las circunstancias del COVID-19 para ofrecer una red de espacios verdes en la ciudad y contribuir como solución a la crisis económica.
“La participación ciudadana involucra procesos trascendentales para el reconocimiento del bienestar colectivo y la oportunidad de utilizarlo como plataforma de aprendizaje”
De acuerdo a estudios de la FAO, las huertas mejoran la calidad de vida, fortalecen el sistema inmunológico, alejan plagas del hogar, conducen al aprendizaje y disminuye el riesgo de padecer enfermedades crónicas provocadas por estados de salud mental irregulares como el estrés.
Según Andrea Ordóñez, madre de dos estudiantes del colegio Champagnat en el barrio Porfía, explica: “Desde que empezó el proyecto mis hijos son más conscientes de los procesos que vive el planeta y cómo con el cuidado se pueden obtener buenos resultados, gracias a la oportunidad de la institución su rendimiento académico mejoró notablemente”.
“Por medio de esta herramienta se reduce la huella de carbono y los residuos orgánicos son aprovechados para hacer compostaje”
El proceso de acciones en cabeza de la comunidad facilitan el liderazgo y empoderamiento ciudadano que lleva a la reflexión del estilo de vida adoptado por el deber diario y el exceso de radiación sumado a los estragos en el cuerpo por falta de actividad física.
"Las huertas urbanas no solo aportan a la seguridad alimentaria, impulsan la creación de cinturones verdes. Y sobre todo fortalecen el vínculo de los ciudadanos con la biodiversidad..."
“Las huertas urbanas no solo aportan a la seguridad alimentaria, impulsan la creación de cinturones verdes. Y sobre todo fortalecen el vínculo de los ciudadanos con la biodiversidad y protegen a muchas especies de microorganismos, plantas y animales que forman parte de estos agroecosistemas, en especial en esta región en la que en cada rincón brota la vida”, comenta Aidy Roa Ingeniera Ambiental y representante de Veeduría Salvemos La Macarena.
Las iniciativas lideradas por distintas corporaciones han beneficiado a más de 300 familias, según Cormacarena, promoviendo espacios comunitarios sostenibles y disminuyendo la necesidad de movilización en vehículos para la adquisición de la canasta familiar.
En el caso de las instituciones educativas son varias las que se han sumado al proceso de formación de profesionales agrónomos e incluso instituciones como el Sena tanto presencial como virtual.
Es importante resaltar los procesos informativos por radios comunitarias como en el caso de Fraternidad Radio y el programa ‘La Alegría de la Huerta’ del colegio Champagnat Pinares de Oriente que bajo la locución de los estudiantes enseñan a la comunidad a transformar pequeños espacios en pulmones para el planeta dentro de la selva de concreto.
Otros colectivos comunicativos como El Cuarto Mosquetero en el Meta se han sumado a la formación ciudadana con el apoyo de la organización feminista Fondo Lunaria.
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