Por: Angie Tatiana Linares
La precariedad en infraestructura es una característica de Colombia, somos un país tan diverso en fauna, flora, recursos naturales y diversidad de cultura, pero no hemos aprendido de los engaños, promesas y propuestas carentes de compromiso social de políticos, incumplimiento de contratos y sobrecostos en proyectos que deberían favorecer al pueblo y no al bolsillo de corruptos.
El túnel de la Línea es la culminación de la espera de por fin conectar a una parte de Colombia, como se sabe atraviesa la Cordillera Central y con 8,6 km se convierte en el túnel más largo de América Latina, pero esos beneficios y el discurso presentado en la entrega de la obra solo es un intento de disimular la ineptitud al momento de la planeación y desarrollo convirtiendo así ese triunfo de todo un país en vergüenza nacional.
El Túnel de La Línea ‘Darío Echandía’ pudo superar todos los atrasos que tuvo durante su construcción de más de 100 años en sí, más de un siglo y aunque el cuatro de septiembre durante su inauguración se nos recalcó en discursos y medios televisivos que eran 11 años en realidad este megaproyecto se ideó desde 1912 pero aquí no quiero enfatizar en fechas sino en lo que en verdad se nos entregó.
La vergüenza nacional la sintió más de un colombiano con la tan honorable y distinguida inauguración, la retoma del proyecto duró 11 años de corrupción, estafas, sobrecostos y hasta estuvo inmersa en la investigación por el “cartel de la contratación”, es muy probable que los beneficios que se nos prometió con esta obra sean mínimos para los colombianos y que el dinero desaparecido entre el vaivén de la obra jamás sea retribuido a los ciudadanos.
El total de la obra fue de $750 millones de dólares y duró cuatro gobiernos, pero para la suerte del presidente Iván Duque la finalización del proyecto quedará dentro de las pocas cosas buenas que ha pasado en su gobierno, el túnel de la Línea nos lo entregaron como “el proyecto que unirá a Colombia”, pero como lo dije antes no es más que una vergüenza nacional porque lo que se nos dio es un túnel basado en una mala planeación en una Cordillera Central con ocho fallas geológicas y con una parte construida sobre grietas de la corteza terrestre.
Según el gobierno nacional, gracias a este megaproyecto se generarán $77 millones de dólares al año, pero ese dinero aún no iguala al que año tras año se robaron contratistas e ingenieros a cargo de este proyecto.
La entrega del túnel de la Línea se vio como una celebración que de cierta manera sí trae buenos beneficios para los transportadores y abre una puerta para Colombia en cuanto al proceso de exportación, pero se nos olvidó que es una obra mal vendida en un país en el que el desarrollo aún no se relaciona con la buena infraestructura y que aunque se espera generar cerca de 50.000 empleos es muy probable que para los campesinos de Calarcá (Quindío) y Cajamarca (Tolima) que transportan su carga en el lomo de mulas no cambie mucho su realidad. Miles de obras están actualmente incompletas o se abandonaron como la del puente de Chirajara que hace honor a la falta de inversión en planeación ya que como se sabe se ha desplomado dos veces.
Algunos están felices y dichosos por esta obra; otros, en cambio, sienten quizás impotencia al saber que los millones que se robaron constructoras, ingenieros y contratistas no son poquitos y que lo más reprochable aquí es que esas investigaciones están estancadas, como ya se finalizó la obra probablemente ya no se volverá a buscar culpables del dinero de los colombianos que se desvió de la inversión del túnel a quizás los ahorros de uno que otro corrupto.
“Colombia es un país fragmentado”, así lo afirma el BBC news y estoy de acuerdo, somos un país separado internamente por la falta de inversión y cumplimiento en las infraestructuras, es probable que haya proyectos que no conozcamos y que ya se archivaron, los cuales hubiesen generado un cambio satisfactorio como el que se nos vendió con el del Alto de la Línea.
El gobierno nacional llama a este proyecto el “túnel de la esperanza” cuando en realidad es lo opuesto, la decepción como ciudadanos al comprobar que para tener un buen proyecto para el desarrollo económico y social en el país hay que esperar hasta más de 11 años o quizás un siglo, comprobamos que las obras jamás cumplen con la calidad con la que se nos presentan y que la corrupción prima sobre el bien común de los colombianos.
Ojalá que el túnel de la Línea y demás obras entregadas junto con el no se desplomen o presenten en sus alrededores el actual problema de derrumbes como la vía Bogotá- Villavicencio, que la espera por el túnel de doble vía no sea tan larga y que evite todos los accidentes vehiculares que los estudios aseguran y que sean visibles los resultados para el fin con el que se construyó.
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