Por: Anleyzig Espinosa Zambrano
Los barrios Belén y Egipto de la vieja Bogotá y su zona de plaza se ubica en la localidad 7 de La Candelaria desde la carrera 3 este, entre ellas las calles 5 y la avenida 6 siempre rodeada de comerciantes; así lo recuerda Jorge Darío Espinosa en su época de adolescente cuando estalló el conflicto después del asesinato de Gaitán.
Jorge Darío tenía 18 años hijo bastardo y menor de seis hermanastros, trabajaba al lado de su madre Bertilda Espinosa, una mujer líder del partido liberal, sus ideas por ella eran liberales.
Su madre se enaltece como una gran comerciante, elocuente oradora y una de las primeras mujeres líderes que tomaba cerveza y de hombro a hombro como los hombres se cargaba un bulto de papa.
Siempre que él se refiere a su madre lo hace con admiración por ser hijo bastardo en aquella época, no se le permitió ir al colegio y para su familia era ‘el chino de los mandados que no conoció de juguetes’, su mundo fue el trabajo y no estuvo presente la dimensión del colegio, el trabajo es una obligación necesaria pero su deseo de aprender como sus hermanos le permitió ser autodidacta.
Aprendió Jorge Darío de su madre de números, cuentas, letras e inventarios…el aprender a leer le permitió incursionar en la magia del saber y muchas historias que se forjarían a lo largo de su vida como la que se remonta al Bogotazo donde vivió momentos difíciles y peligrosos.
Antes de que comenzaran los saqueos en la capital Jorge Darío comenta: “Llegaba de trabajar con mi madre de Belén después de ocuparme de vender en Egipto el carbón, huevos, gallinas y demás mercancías para bajarnos hasta la casa situada cerca al palacio de Nariño cuando la gente empezó a correr”.
Su madre doña Bertilda, fue puesta sobre aviso para que huyera del lugar ya que estaban matando cachiporros y frente a esta situación tuvo que huir con su hijo para llegar a la finca en Silvania, un pueblo de Cundinamarca antes de seguir a Granada.
Jorge Darío se acuerda: “Mi madre intentó contratar un camión para llevar sus colchones, no entendía el por qué de tanta insistencia por llevar sus colchones, ¡le tocó fue dejarlos! tuvimos que correr calle abajo para escapar de las piedras y palos que llovían, tirando todo a la calle”.
La ruta a Granada pasaba muy cerca de Silvania más conocida antiguamente como Subia y descendía hasta el salto de Tequendama, era muy conocida por la época saliendo de Bogotá, debían tomar la Calle Real de la Candelaria y seguir al noroccidente hasta Soacha para pasar por el Salto de Tequendama, La Mesa y llegar a su destino.
Durante el trayecto fueron emboscados por el Salto de Tequendama y para impedir ser asesinados atravesaron entre barrancos y barrizales a mitad de cuerpo para poder cruzar. Pasaron varias noches en el monte para evitar el contacto con personas extrañas que pudieran acabar con su vida y durante quince días se alojaban en el monte evadiendo situaciones peligrosas.
Al llegar a la finca los empleados comunicaron que los ‘godos ‘habían saqueado los cultivos, ganado, alimentos y llevando todo sin dejar rastro. Jorge Darío explica que su madre le había preguntado a uno de sus encargados por los colchones informándole que lo único que habían dejado eran las camas con las colchonetas y algunos muebles rotos.
Ya no era raro que su madre preguntara primero por aquellos colchones, sólo después de unos años descubrió su secreto. Bertilda Espinosa era comerciante y guardaba el dinero que obtenía dentro el colchón que ella misma elaboraba, nunca depositó la plata en los bancos.
Solo hasta después de la muerte de la señora Bertilda sus herederos al quemar sus valiosos colchones se dieron cuenta que en su interior habían grandes cantidades de billetes y fueron muy pocos los que se salvaron.
En la época de 1950, dada las condiciones que se suscitaron a raíz de la división entre conservadores y liberales, cada pueblo asumió una política, impidiendo que entraran a sus comunidades otro tipo de creencias políticas y llegaron hasta matar a las personas que no fueran de su bando político.
“Hijo perdóname el abogado que ha estado conmigo, es tu padre”.
Para su sobrevivencia, Jorge Darío y su madre la señora Bertilda optaron por continuar su vida comercial basándose en declararse godos o cachiporras de acuerdo a la política del pueblo que visitaban. Así permanecieron en el mundo del comercio utilizando un toque ingenioso con diferentes atuendos de la época para no ser reconocidos.
No eran fáciles sus correrías comerciales eran muy lejanas y debían volver a los sitios que conocían, esto les permitió alcanzar ganancias mayores cada vez más y más, fue una época próspera en medio de la ‘violencia’.
El paso del tiempo llegó a su final, Jorge Darío recuerda que su madre enfermó por una infección intestinal severa que la postró en la cama por muchos días por rompimiento de la bilis que diagnosticaron los médicos.
La señora Bertilda en una de las tantas noches se sentaba a pensar en la cocina, se le acercaban las ratas que paseaban a deshoras para darles de comer como de costumbre, cuidaba de ellas y quizás les hablaba de no dañar sus colchones y no dar más crías.
¡No vayan a romper mis colchones cuando me vaya!
En esas noches cuenta Jorge Darío que a la señora Bertilda la visitaban las ratas y en sus buenos días para escándalo de todos hablaba con las ratas y ellas la escuchaban atentas, se le oía decir ¡no vayan a romper mis colchones cuando me vaya!
Jorge Darío siempre estuvo a su lado y en sus últimas palabras recuerda “hijo perdóname el abogado que ha estado conmigo, es tu padre”. Dicho esto falleció. Después del entierro Jorge Darío se marchó de allí para empezar de nuevo.
Finalmente, al morir su madre y terminado el hecho de ‘violencia’ en 1958, Jorge Darío pasó por muchos oficios desde profesor industrial, ornamentador, metalmecánica, taxista y propietario de su propia industria, construyó su casa y compró un hotel que solo le perteneció por seis meses siendo víctima de estafa.
Jorge Darío añora el campo y aunque tiene una vida tranquila en los llanos orientales esta historia de violencia aún todos los días se repite en nuestro país y espera comenzar de nuevo cuando cumpla sus próximos 90 años.
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