Por: Miguel Mejía
Tratar de dormir y de realizar ciertas labores, se ha convertido en un dilema desde que se diagnosticó el pasado 2019 aquella Hipertensión esencial primaria, los cuales han hecho que la desesperación se apiade y que el “botar la toalla” sea una opción para dejar de sentir tanta molestia.
Esto es lo que le sucede al histrión de este escrito, el cual lidia con una batalla noche a noche desde hace ya dos años y medio. ¿Qué la genera? . . .
Octubre de 2019, fue exactamente el mes en el que llegaron aquellos resultados que tanto estaba esperando, luego de la realización de varios exámenes médicos – Todos en busca de lo mismo – Hallar la razón por la cual la tensión arterial sale elevada SIEMPRE.
En la cita con el médico general, en las citas con medicina Interna y hasta incluso, en las citas de prevención y juvenil que ofrece el colegio.
Todo era lo mismo, y las cuatro paredes que siempre estaban presentes allí junto con cada doctor por los que se pasó, pueden dar cuenta de ello. Y obvio, sus caras reflejando lo mismo cuando el resultado de la toma de la tensión salía…. Ya se la podrán imaginar.
¿Y el diálogo?, El de siempre. Un libreto que ya se tenía comprado antes de girar aquella perilla de la puerta que separa la sala de espera, con el consultorio del doctor, el cual terminaba con la misma afirmación: “Demasiado joven para sufrir de esto”.
- Hola, ¿Cómo estás?
- Buenos días, bien doctor.
- ¿Por qué viene? ( . . . )
Es como todo en la vida, hay días buenos, pero como también los hay malos y pésimos. Así sucede con esto de la salud.
Aquel octubre de 2019 el internista observó con detalle cada renglón del resultado, sus gestos al leerlos no los podía evitar, así como tampoco se podía evitar pensar qué era lo que pasaba por la mente de él a la hora de leerlos.
La espera terminó: - Una pasta de Losartan cada 12 horas, afirmó con tono fuerte, típico en este tipo de doctores.
El ¡bum bum! de todas las noches
Al día siguiente de aquel octubre de 2019, pasaron muchas cosas por la mente antes de consumir la primera dosis en la mañana. No estaba del todo seguro si funcionaria o no, pero de lo que si estaba seguro era que quería ser una persona normal.
9:00 a.m. - Se consumió con las indicaciones dadas: Cero licor, cero estrés y bastante reposo. El licor fue fácil dejarlo, pero el estrés y el reposo se convirtieron en el peor enemigo a la hora de querer abandonarlos. Quedarse quieto y evitar estresarse es algo con lo que se lidia desde que era muy niño y quienes han criado al interlocutor de esta beligerancia lo saben. 9:00 p.m. – Pasaron 12 horas y todo tranquilo, sin nada extraño. Solo lo de siempre, paciencia intacta y se verán resultados. O bueno quizás. . .
1:00 a.m. – El panorama se topó oscuro de un momento a otro. No se podía dormir y daba una vuelta por aquí y otra por allá y se seguía sin consolidar aquel sueño que cada vez parecía imposible lograr. Se intentó con el famoso “Imagina escenarios en los que quisieras estar”, tampoco funcionó, era extraño lo que sentía.
Había algo raro por dentro que no dejaba cerrar los ojos de manera tranquila. Era él, bombeaba tan duro que aquellas palpitaciones pasaban a sentirse en la parte posterior de la cabeza. Ponía la mano en ese lugar para disimular no sentir nada y ocurría lo contrario – Se sentía con más constancia-.
En esos momentos no se haya forma para lograr dormir con tranquilidad. El pecho golpea tan duro que mueve hasta la cobija que esta puesta sobre sí e incluso hace mover el libro que se sujeta entre el estómago y las manos. Eran “pálpitos” que parecía que viajaran a la velocidad de objetos en caída libre que sobrevuelan en la atmósfera.
Algo "normal"
Considerar algo normal este tipo de reacción en el cuerpo era tan difícil, que se pensaba en dejar de consumirlas. - Es por su bien, y yo creo que debe ser normal.
Afirmaban todas las personas a quienes se recurría para salir de dudas y despegar todo tipo de “miedo” en el interior, el cual seguía carcomiendo aquella conciencia que solo se fijaba en una cosa, mientras se almuerza, mientras se observa televisión o mientras se tiene una conversación con alguien: En aquellos latidos del corazón.
Llegan las 9:00 p.m. y es hora de otra dosis más. Por la mente recorre un montón de pensamientos tergiversados con el fin de no seguir pensando en ello y de aquí en adelante interpretarlo como algo “normal”
Algo “normal” que más adelante se convierte en un delirio –cada noche es lo mismo-. Tanto así, que sus propios padres muestran su angustia con desespero y ansiedad.
- Toma agua de yerbas, eso ayudará un poco. Afirmaba el padre del interlocutor de esta historia con una preocupación en el rostro que podía enganchar o atrapar a cualquiera que se tomara la molestia de detallarlo.
¿Y la madre? Ni hablar, ella sabe perfectamente por dentro que lo que sucede no es normal.
Se podía ver en su rostro mientras se observaba con detalle desde el costado favorito de la cama.
La "noche buena"
Pasaron dos meses, llegó diciembre, el mes en el que la famosa “noche buena” del 24 no fue tan buena y de la cual es inevitable no hablar mientras se escribe esta legumbre que encierra un montón de sentimientos encontrados.
Aquella noche del 24 de diciembre se rebosó aquella copa, una copa que contenía filos en su alrededor por la magnitud del problema que se estaba presenciando.
25 de diciembre - 3:00 a.m.
- Hasta mañana padre, hasta mañana madre que descansen.
- Hasta mañana hijo, duerma bien. Afirmaron ambos al mismo tiempo.
Cuando se cruza aquella puerta de la pieza y se llega al rincón de la cama, la ansiedad carcome por tan solo pensar que sucederá esta vez. Y preciso, sucedió lo mismo de siempre, pero esta vez con demasiada fuerza y constancia.
Era tan fuerte esta vez que no se podían cerrar los ojos ni por un momento. DORMIR ERA IMPOSIBLE. Se intentó de todo: Se escuchó música por un instante, se probó con radio, con videos y nada funcionó.
Y seguía siendo tan fuerte, que se sentía en la yema de los dedos y en todo el cuerpo. Aquella vibra en el momento en que el corazón latía, chocaba con fuerza contra la cama y lo hacía sentir en toda la espalda y cabeza.
Y la razón era obvia, aquella proterva pasta que pretendía y aún pretende acabar con todo y hacer pensar que lo mejor, es botar la toalla. . .
Llegaron las 4:30 de la madrugada y aún no se puede consolidar el sueño. De la preocupación se recurre a ir a la habitación de los padres. – Desde niño no se hacía - .
Se pensó dos veces para girar aquella perilla, pero finalmente se hizo. Ellos atendieron al llamado y sabían que nada iba bien. Mientras se comentaba lo que volvía a suceder, fue inevitable no quebrantarse y entrar en un llanto profundo. Profundo porque era un desahogo que dilapidaba dentro de sí desde hace mucho tiempo.
Los tres lo hicieron al mismo tiempo, es una lucha constante que muchas veces parece no tener reparo. Se “descansó”, hasta llegar al tope del cansancio luego de varias horas de desespero y ansiedad para poder dormir con tranquilidad. Nunca se había sentido algo tan fuerte como aquella madrugada de “noche buena”, una “noche buena” que seguramente quedará para el olvido. . .
- Y de aquí en adelante, todas las noches es lo mismo -.
Foto suministrada por: 123RF
Hoy dos años después, la pasta se sigue consumiendo con las mismas precauciones y a la misma hora. Y los efectos siguen siendo los mismos. El irse a dormir, es cada vez sinónimo de una batalla más que se tiene que lidiar con estas vibraciones provocadas por aquella pasta.
Se investiga, se indaga con conocidos y nadie tiene respuesta a este efecto secundario.
Y todas las noches contienen eso, sinónimos de todo lo que tenga que ver en cómo poder dormir. ¿Se logra? – Si, muchas veces tipo una o dos de la mañana o incluso hasta las 3:30 a.m., siendo esta última una de las horas en las que se logró consolidar el sueño en estos últimos días precisamente.
Lo único que se espera es que, la misma razón para este mismo dilema desaparezca y que todo mejore lo antes posible, porque botar aquella toalla a veces se convierte en opción.
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