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Foto del escritorLa Pluma

Llora la inocencia

Por: Juan Diego Vargas


“Las oportunidades se pierden en el verde de los bosques, entre montañas se enmarcan las desigualdades de esta sociedad”.


Son más de 50 años de guerra en Colombia, entre los años de 1958 y 2012, el conflicto armado ha causado la muerte de 218,094 personas, entre ellas el 19% que equivalen a 40,787 muertos fueron combatientes y el 81% que equivale a 177,307 muertos fueron civiles, esto según el informe publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica.


Colombia sigue olvidando los sucesos al transcurrir los días, la difícil situación por la que pasa el país ante las problemáticas y comentarios sociales, dejan al descubierto la aberrante determinación en la cual la vida de muchos menores muertos en guerra sigue siendo un factor de opinión pública en todos los ciudadanos.


La infancia siendo arrebatada por la guerra a manos de personas con intereses propios, siguen siendo olvidadas al transcurrir el tiempo.


Como el suceso que dejó el 4 de febrero de 2018, cuando el actual presidente era Juan Manuel Santos y se produjo un bombardeo por la Fuerza Aérea en Litoral del San Juan (Chocó) donde murió Patricia Zarco Chamarra de tan solo 16 años de edad, y junto a esto, sumarle el bombardeo del 29 de agosto de 2019 en San Vicente del Caguán (Caquetá) contra el líder disidente de las Farc “Gildardo Cucho”, donde murieron ocho menores reportados como muertos en combate.


Los recuerdos siguen palpables, el llanto de familias enteras y una brecha en la cual el país se centra en polémicas, pero lo que en realidad importa es la voz de la infancia.


Es duro como el país se levanta tras una noticia radical y muy problemática ante los ojos de miles de colombianos, la situación ocurrida el 2 de marzo donde se llevó a cabo una operación militar en Calamar Guaviare, en donde al menos 12 menores de edad perdieron la vida en la desigualdad que enmarca esta situación que no distingue intereses en la infancia.

Esto sucede y ya no hay paso atrás, el recuerdo de una irregularidad y un desinterés del Estado por la involucración totalmente de miles de niños que se enfrentan a dejar a un lado los juegos y risas, y junto a ello, los sueños plasmados en una hoja de papel, el sueño de poder escribir o simplemente decir presente en una clase junto a un profesor, dejar eso a un lado para arrancar a una oportunidad en la cual no será un maestro, ni un docente al cual asista.


Es la clase de la formación de la guerra, en donde los sueños se arrebatan, en donde el Estado no está presente, en donde el amor de familia no corre por las venas, solo la oscuridad intacta de ver el fuego tras el sonido de un arma y de saber que no puede cobijarse en el seno de su hogar, sino simplemente el miedo de perder la vida en un instante, de jugar a soldados y trincheras, a verlo realidad en combate.


Hay que dar a conocer que en Colombia, los niños de la ruralidad, los olvidados por el gobierno, los apartados y marginados en un contexto social, son la fuente principal de una guerra voraz sobre cualquier ejército armado ilegal o legal.


Desde la falta de oportunidades académicas, de inactividad en servicios públicos y de vulneración de los derechos humanos, son los niños de la ruralidad los que experimentan en carne propia las consecuencias de una guerra, que, de ser asesinados en combate, cierran sus ojos con la ilusión de ser escuchados por el gobierno a tan corta edad.

Es triste pensar que las oportunidades se pierden en el verde de los bosques, entre montañas se enmarcan las desigualdades de esta sociedad, entre tiros y charcos de sangre la infancia se va consumiendo, los valores se pierden en ese silencio, y no podemos enmarcar que estos niños inocentes de una guerra que no tiene fin, sean la crítica principal como “Máquinas de guerra”, como lo dijo el señor ministro de Defensa Diego Molano, en un comunicado a voz pública.


Estos niños son víctimas, más de un Estado lleno de falta de oportunidades, sin derecho a otra elección sino ser víctimas de un gobierno que los olvidó, que no tienen ningún interés en escuchar sus sueños, ni sus anhelos o simplemente, escuchar cuál es el regalo de navidad del año.


Son voces que necesitan ser escuchadas, ya que son almas inocentes de la guerra.

“No, no han crecido y ya tienen valor, han vivido y mueren por error. Y su juego lo destruye el fuego, son niños”, David Bisbal.

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