Por: Brenda Mosquera y María José Uribe
La mirada de Beatriz Méndez, revela el dolor que ha tenido que enfrentar durante 17 años dentro de una cruda realidad que no da respuestas, ni garantiza la no repetición. Ella es una de las madres de esos 6.402 falsos positivos en Colombia.
Madre de Weimar Castro Méndez y tía de Edward Rincón Méndez, quienes fueron arrebatados de su vida el 21 de julio del 2004.
Dos de las tantas víctimas de las ejecuciones extrajudiciales que ocurrieron en Soacha y sectores del sur de Bogotá, las mismas que consternaron a un país completo y a lo cual la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) declaró un ‘fenómeno macrocriminal’.
Foto suministrada por: Pacifista
Beatriz intenta hablar de ellos sin afligirse. Pero, su voz se quiebra y en algunos instantes su mirada se entristece y se pierde entre los afiches y fotografías de sus muchachos y los actos simbólicos que ha realizado en su proceso de búsqueda.
Edward y Weimar, de 19 años, eran jóvenes educados, trabajadores y muy familiares. Beatriz rememora que los dos trabajaban ocasionalmente con Benjamín Rincón, padre de Edward, como auxiliares de una buseta para ayudar económicamente a los gastos familiares, mientras estaban en la búsqueda de conseguir un préstamo en el ICETEX para poder acceder a un crédito que les diera la oportunidad de ingresar a una universidad. La cual les fue negada.
Camino lleno de interrogantes
Como es de costumbre para Beatriz, las festividades y vacaciones son especiales, así que ella decide ir a Ramiriquí, Boyacá, de donde es oriunda y donde vive su madre.
“Mami, yo no voy con sumercé, yo después le caigo allá". Dijo Weimar, a lo que ella le respondió afirmativamente, sin negación alguna, no había un por qué. Sin embargo, esa fue la última vez que pudo abrazar, besar y compartir con Weimar y Edward.
Los dos, siendo primos eran muy cercanos y compartían como si fuesen hermanos. Aquel lunes, Weimar Armando estaba en casa de Edward Benjamín, su primo. “Mi hermana hacía accesorios a mano y artesanías, ellos estaban ayudándole para entregar su pedido a tiempo”, recuerda Beatriz.
En horas de la tarde, a la casa llegó la novia de Edward, desanimada, triste y algo distante. Edward le cuestionó por su estado y ella no respondió a sus preguntas. Para intentar animarla Edward la invitó a dar una vuelta.
Cuando Edward estaba en la puerta a punto de irse, regresó. No quería ir solo e invitó a su primo Weimar para que entre ambos le subieran el ánimo a su novia.
-Primo camine, camine con nosotros. Dijo Edward.
-No, es que yo no me he bañado. Mi tía no me da permiso. Otras manos que se van…vea que le estoy ayudando a su mamá con los collares y manillas para acabar rápido. Le contestó Weimar.
-Pídale permiso a mi mamá y verá que ella lo deja; no nos demoramos.
-No, es que… Weimar dudaba.
-Camine... ¿O me va a dejar morir solo primo? Insistió Edward
Edward terminó acompañándolo. Esa fue la última vez que la hermana de Beatriz Méndez, vio a los dos jóvenes. Pasaron las horas. No llamaron. Llegó la noche y no regresaron. Intranquilidad. Incertidumbre.
La hermana de doña Beatriz se estaba preocupando. Sin embargo, no se dejó llevar por ese sentimiento.
Al día siguiente continuó sin saber nada de los muchachos. Entonces, inició la búsqueda. Ese martes visitó al abuelo de la novia de Edward en donde se supone vivía la familia de la muchacha. Pero don Ezequiel* le dijo que no sabía de ella hace mucho tiempo.
Foto suministrada por: Momento24
Las cosas se tornaban más difíciles. A pesar de todo la hermana de Beatriz preguntó por la familia de la joven. Nadie dio razón de ellos. Entonces se fue para la estación de policía y explicó su situación. Las autoridades la cuestionaron y le dijeron que debía esperar.
“Señora, quien sabe con qué clase de amiguita estarán. Mientras usted está aquí buscando y llorando sus muchachos ya deben estar en la casa, vaya.
No podemos recibir el denuncio porque no han pasado 72 horas. Si ve que no han llegado en tres días, ahí sí viene y pone el denuncio, mientras tanto, no”, manifiesta Beatriz reflejando en su mirada ira y levantándose de su silla.
Pero al llegar a la casa y no encontrarlos decidió empezar a buscar en redes hospitalarias, en otros CAI de policía, en la UPJ (Unidad Permanente de Justicia). Nada. No había rastro de ellos. El día terminó y se tuvo que ir a casa.
Un rompecabezas interminable
El reloj marcaba las 8:00 a.m. y la emisora Radio Uno sonaba en la casa de Humberto Rincón, tío de Edward. Mientras tomaba su café y se preparaba para salir, dieron una noticia que tal vez terminaría con la zozobra de los Méndez y los Rincón.
“¡Atención, informe de última hora! Dos personas no identificadas fueron dadas de baja en combate con el Ejército Nacional en una zona urbana, al parecer pertenecían a grupos guerrilleros. Uno de ellos identificado como Edward Rincón y el otro aún no ha sido reconocido por las autoridades”, dijo el locutor.
Humberto Rincón inmediatamente se llenó de incertidumbre, por lo que informó a su hermano, Benjamín Rincón, padre de Edward. Los dos quedaron perplejos al divisar que esa situación podría ser una realidad.
La idea de asistir a medicina legal era un panorama donde la resistencia y la negación eran actores principales. Un lugar que los Rincón y los Castro no pensaban visitar.
“Uno espera cualquier cosa, menos ir allá, y mucho menos ir a recoger a un hijo”, dice Beatriz, sin embargo, debieron hacerlo.
Tras reconocer los cuerpos y firmar algunos papeles de conducto regular, le entregaron las pertenencias de su hijo y su sobrino que llevaban ese día.
La inquietud aumentó cuando empezó a contemplar prendas camufladas dentro de la bolsa y confirmó este hecho al ver la ropa que llevaban puesta Edward y Weimar el día de su desaparición. Sus preguntas crecieron, al igual que el miedo y la inquietud.
Transcurridos dos días. Benjamín decidió poner la denuncia ante las autoridades ante la URI (Unidad de Reacción Inmediata).
-Vengo a colocar un denuncio, porque a mis hijos me los hicieron pasar por guerrilleros y me los mataron. Dijo Benjamín.
- ¿Esa gente? - lo dijo señalando a unos militares- ¿Quién se va a meter con ellos? Con esos casos nunca pasa nada, no denuncie, mejor deje eso así. Manifestó el funcionario.
-Es que son mis hijos, yo necesito que también me reciba esta bolsa que tengo acá, ellos no tenían esa ropa.
- ¿Eso pa’ que sirve? Boté eso, eso no sirve de nada. Más bien, dígannos ¿A qué grupo pertenecían sus hijos?
- ¿Quiere que le diga realmente a qué grupo pertenecían mis hijos? ¡Pertenecían a mi grupo familiar!…
Después de esta discusión, Benjamín llamó a casa de su familia y contó la noticia. Beatriz por su parte, seguía en el campo. Sin tener conocimiento de lo que estaba sucediendo. A ella le contaron hasta que entregaron los cuerpos para el sepelio.
Foto suministrada por: Pacifista
“Realmente mi hermana y mi cuñado no hablan de eso, no cuentan los detalles… porque ha de ser muy terrible…Ahora entiendo, en Medicina Legal no estaban como yo los vi en el ataúd” dice Beatriz mientras su voz se quiebra y algunas lágrimas descienden por su rostro.
En Medicina legal, los cuerpos de Edwin y Edward debieron someterse a procesos de necropsia, a los cuales Beatriz se refiere como “viles”, le duele crear esa imagen en su cabeza. Sin embargo, se muestra con afabilidad en medio de su dolor.
“Sí, yo sé que ellos dieron más vida de esa manera, me alegro que sus córneas, están viendo en otra persona, lo que a ellos no les permitieron ver”.
Según el informe de Medicina Legal, en los cuerpos de Weimar y Edward se encontraron signos de tortura y se extrajeron, 59 proyectiles de bala que acabaron con la vida de dos jóvenes que horas después de salir de su casa, resultaron entre unas telas camufladas.
En apenas siete horas, Weimar y Edward habían sido transformados en subversivos, que fueron asesinados en un campo de batalla imaginario.
MAFAPO; una voz de aliento
Cuando creía que su vida no tenía sentido y que esa enfermedad silenciosa llamada depresión, la consumiría; aparecieron las madres de MAFAPO (Organización de las Madres de Víctimas de los Falsos Positivos). Aquellas mujeres que empezaron a hablar y denunciar los casos de falsos positivos en 2008.
Escuchar que más madres, hermanas, hijas… habían pasado por lo mismo, dio una voz de aliento a Beatriz para salir adelante y exigir la verdad. Ahora, no estaba sola y necesitaba ser fuerte para ayudar a las otras víctimas.
Los siete años que lleva en la organización y la vida le enseñaron a no guardar rencor.
Reitera siempre a sus compañeras que si todos quieren un país con una paz duradera deben trabajar con los militares. Deben creer en la reconciliación y el perdón.
En su proceso de encontrar verdad y justicia, también ha aprendido a bordar, pintar y plasmar la memoria en todo tipo de objetos.
“Una vez tallé en una matriz de madera a las mujeres de esta casa como homenaje a la memoria. Todas hemos sido luchadoras. Mi madre perdió a su hijo mayor. Ella es el primer ejemplo de la casa a la cual la guerrilla asesinó a su hijo. El segundo y tercero, seríamos mi hermana y yo con nuestros muchachos”.
Al igual que Beatriz, otras mujeres como Jacqueline Castillo, actual directora de la organización, consideran que a pesar de que muchas de ellas ya han encontrado los cuerpos, el trabajo de MAFAPO nunca terminará.
“Nosotros no solo debemos encontrarlos. Debemos limpiar el nombre de todos. Debemos mostrarle al Estado que nuestros hijos y hermanos no son unos guerrilleros”
“Nosotros no solo debemos encontrarlos. Debemos limpiar el nombre de todos. Debemos mostrarle al Estado que nuestros hijos y hermanos no son unos guerrilleros”, dice Jacqueline alzando su voz y empuñando sus manos como sinónimo de frustración y enojo.
Aunque los asesinatos extrajudiciales presentados como bajas en combate se reportaron principalmente entre los periodos de 2002 a 2008 (tiempo en el que gobernó Álvaro Uribe), este año, la JEP (Jurisdicción Especial para La Paz) indicó que se sumaban 4.154 casos a la larga lista y que con el avance de sus investigaciones podrían ser más.
Foto suministrada por: ACN
La tarea de búsqueda que han asumido muchas mujeres en este país, es un trabajo lleno de dolor y obstáculos. Sin duda, las madres deben sobrepasar aquellas barreras que creyeron en un principio insuperables.
“Las madres somos las principales buscadoras porque siempre sentimos esa necesidad de buscar a nuestro ser amado”.
Y esta historia es un ejemplo de ello. Hoy mientras Beatriz sostiene en sus manos la foto de sus muchachos, continúa buscando la verdad, pues las autoridades no han logrado resolver el caso.
Colombia desea y necesita saber, como dice en el cartel de MAFAPO que se encuentra en el centro de la sala de Beatriz, ¿Quién dio la orden?
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