Por: Sebastián Ladino
La pandemia trajo consigo el manto oscuro de la mala suerte. Muchas personas han fallecido, el deterioro social nos aqueja y la economía agoniza. Los planes se derrumbaron como un castillo de naipes.
En la mente de Steven Cortés se encontraba la idea de materializar su hogar. Este joven hijo nato de Villavicencio y gran amigo, compartía su idea en charlas entre cervezas y melodías llaneras.
Su gusto y pasión desde que lo conozco está en parrandos o “tigres” como lo llamamos en el adagio popular del Llano, el baile era su hobby y ser profesor de éste, se convirtió en su profesión.
Para los meses de festividad en el Meta, como es costumbre, este trabajo recobra más fuerza, pues los compromisos crecen, así como sus ingresos.
Ha pasado más de un año desde la llegada de la pandemia, y desde allí comenzaron los males. Inició con un encierro que perduró varios meses y aunque paga arriendo con su familia comprendida en su esposa y su pequeña niña, conservaban la ilusión que esto sería nada más pasajero.
El trabajo que realizaba por más de ocho años pendía de un hilo, pues el colegio público Guillermo Niño en el que desarrollaba su actividad y que pasó a realizar de manera virtual, lo sostuvo hasta donde más no pudo, pero el 22 de mayo del 2020, fecha en la que le cancelaron su contrato le avisaron, “ya no podemos continuar con su servicio, gracias”.
El sosiego se convirtió en algo abrumador, la responsabilidad de un hogar se encuentra más allá de ser padre o esposo. La dinámica diaria lo ha obligado a tomar diferentes rumbos en esta selva de cemento, en la que se enclaustra a la fiera más fuerte, para doblegarla y convertirla en la más dócil.
“Mi trabajo me daba para todo, antes podía comprar lo suficiente, ahora no me alcanza siquiera para lo necesario”, sostuvo Steven.
Antes de todo esto ya tenía en su mente el castillo como llamaría a su casa, con todo el conjunto en él, el carro, la moto, y si fuera posible sus vacaciones en la playa.
La ruta estaba lista para las vacaciones entre junio y julio arrancarían con su familia desde el terminal de Villavicencio, llegarían a la capital y en avión hasta la isla de San Andrés.
– Así estaba planeado, pero los ahorros se me convirtieron en mi sustento.
Cuando conversé con Jennifer, su esposa acerca de cómo es el día a día en el hogar, fue inevitable para ella el contener las lágrimas. La pequeña niña Karen de cuatro años, sin tener sentido de la realidad por la situación actual, solo comprendía que su vida en el aula de clases se delimitada a través del monitor de computador y a repetir los pasos de baile que en su casa Steven le pretende enseñar.
La amistad en momentos difíciles siempre nos ha fortalecido, y la confianza entre los dos ha sido de total sinceridad, por eso le pregunté.
- ¿Qué andas haciendo ahora?
- En realidad, el dinero se me acabó, salgo a buscar trabajo y nada, y ahora con este problema del Paro no sabemos qué hacer.
- Gracias a Dios Villavo no está tan grave, ¿Aún tienes la moto?
- Esa no la he vendido, es mi único sustento ahorita, aunque se me ha varado hago uno que otro gallito, mandados, mejor dicho.
- ¿Y el resto de la familia?
- Mis padres nos han apoyado, y sé que ellos también necesitan, sin embargo, esperemos que ya pase todo esto, queremos volver a compartir como familia.
"Mi trabajo me daba para todo, antes podía comprar lo suficiente, ahora no me alcanza siquiera para lo necesario”
Al observarlo pasando por esta difícil situación y pensar que lo conozco desde pequeño, seguimos con la misma amistad, solo que al sorbo de cada cerveza mientras escuchaba su historia, el sabor se tornaba más amargo.
Ya no nos producía la misma efervescencia y risotadas de hace tan solo un par de años donde nos encontramos y nos divertíamos como no existiera un mañana. El cambio brusco nos aterrizó en un terreno inhóspito llamado presente.
La pandemia no termina, la crisis se agrava cada vez más, el trabajo escasea y las deudas crecen, esta sería la formula perfecta para considerar de este momento la mayor crisis de nuestra vida.
La unión de amistad y más que una amistad nos consideramos es familia, pues ésta es la única inquebrantable.
Ahora sobrepasando los 30 años y recordar fechas atrás, es lo que nos hace revivir tantas alegrías, alegrías disfrazadas entre tanto caos de hoy en día.
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