Por: Alejandro Pérez
El respirar afligido de Manuel Antonio con 15 años, revela el flagelo de su comunidad Sikuani en el municipio de Puerto Gaitán donde se ve azotada por la hambruna, el clima torrencial y el difícil acceso vial, estas situaciones obligan a jóvenes como Manuel ha arriesgar sus vidas.
En el Meta, el pueblo Sikuani representa el 59% (12.392) de las comunidades indígenas, en Puerto Gaitán esta etnia se constituye mediante la Organización Indígena UNUMA.
La división de los resguardos está comandada por sus respectivos gobernadores, alguaciles y líderes, en una línea distinta de mando se encuentra representada por el chamán o payé y la autoridad tradicional.
Foto suministrada por: Trochando Sin Fronteras
En Puerto Gaitán abarcan 31 comunidades, 340 familias y 1650 personas, establecidas en un territorio aproximado de ocho mil cincuenta hectáreas, las cuales están conectadas al casco urbano por tramos de vías pavimentada y destapada.
El difícil acceso en las áreas de carretera destapada obliga a que niños y jóvenes desde muy temprana edad deban salir a las vías principales en busca de alimento y venta de sus artesanías.
Carreteras y caminos de herradura empañadas de charcos de lodo, dificultan el paso de personas dispuestas a ayudar a esta comunidad estancada en prados donde el gobierno dice ayudar.
Manuel narra que su travesía comienza a las 5:00 a.m. partiendo desde el resguardo donde él y su familia viven, tardando casi dos horas para llegar a la carretera principal, donde cada día intenta vender o intercambiar sus esculturas talladas en madera por él y su hermana con la ayuda de dos láminas de metal.
Un camino manchado por barro y petróleo
Cuando Manuel Antonio mira las camionetas de las petroleras transitando por la carretera no se explica cómo en un municipio donde abunda el oro negro, él y su resguardo se ven azotados por la escasez.
Con gran tristeza en sus ojos la madre del niño cuenta cómo se han visto afectados por el cambio de clima llevando al desbordamiento de ríos y quebradas arruinando sus cultivos.
Yuca, plátano y papaya son algunos de los productos perdidos por culpa de la ola invernal y el terrible estado de los caminos los cuales se ven inundados por lodo y piedras.
Al hablar con Francisco jefe y padre del hogar de Manuel se puede ver en su mirada la impotencia y tristeza que solo se podría generar al ver sufrir a su familia de hambre y presenciar la pérdida de sus cosechas cubiertas por el agua.
La travesía de la tradición, casabe y mañoco
Francisco cuenta que con la yuca que lograron rescatar ponen en práctica la producción de casabe y mañoco los cuales son alimentos tradicionales en su comunidad que reemplazan principalmente el consumo de pan.
Para preparar el casabe y mañoco primero se saca de la tierra la yuca amarga o brava, se pela y se ralla para luego prensarla con un sebucán, un tamiz en forma de tubo de tres a cuatro metros de largo hecho de hojas de palma.
Manuel resalta que le gusta mucho el casabe, ya que a lo que se unta sabe.
Lamenta que en su comunidad este alimento está escaseando por culpa de las inundaciones.
Algunos miembros de este resguardo comentan la travesía que tienen que vivir en épocas de invierno para poder sacar el poco producto que logran rescatar de las inundaciones.
Por lancha, canoas, bongos y falcas logran transportar lo rescatado aprovechando la oportunidad que les brinda el rio Meta de tener acceso al municipio de Orocué Casanare donde su alcalde organizó un mercado campesino, ya que la situación no es nada diferente a la ya mencionada por la comunidad Sikuani.
La pandemia y desalojo: un flagelo más
Sin olvidar la situación actual que enfrentan los diferentes países por culpa de la pandemia, esta comunidad indígena no ha sido la excepción, no cuentan con los recursos necesarios para adquirir los EPP (elementos de protección personal).
Dice Francisco que el posible contagio de miembros de su comunidad se ha visto afectado por el mal estado de las vías, ya que no han podido trasladarse a los hospitales de los municipios cercanos.
Con un tono de impotencia menciona que hace poco tuvieron un intento de desalojo de sus tierras por parte del coronel Muñoz de la Policía Nacional del municipio Puerto Gaitán.
Manuel, Francisco y demás indígenas terminan su día diciendo que en muchas ocasiones no logran vender todos sus productos y artesanías, teniendo que intercambiar estos por un pedazo de pan.
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